Pedro Miranda exhibe sus obras en muestra colectiva
Miércoles 4 de julio de 2018, p. a10
Todo mundo tiene la idea de que los ciegos van por la vida tocando. Eso es un mito, un cliché, sostiene Pedro Miranda, fotógrafo oaxaqueño con discapacidad visual, quien hace una trama y urdimbre de la imagen. ‘‘No necesitas ojos para observar”, ha declarado al mundo.
‘‘Artista ciego, ególatra, hipocondriaco y amante de los gatos”, así se presenta Miranda en su diario personal en Internet, conversa con La Jornada sobre su trabajo de foto textil.
Añade: ‘‘Se dice que ahora la humanidad es muy visual, que todo lo resuelves con un icono. Muchas personas ciegas sin acceso a tecnologías se sienten rezagadas. En contraparte, se piensa que ellas son táctiles y resuelven todo a través de las manos. Es un cliché, porque, en mi experiencia, creo que las personas ciegas no saben tocar, no saben explotar ese sentido”.
La novia loca, serie de fotografías convertidas en textil, forma parte de la exposición colectiva De la norma al nombre, en el Centro Cultural Brasil-México, donde Pedro Miranda conversa rodeado de las obras creadas por cinco artistas con distintas discapacidades. Cicatrices, naves espaciales y cianotipias azuladas ocupan el espacio de la casona ubicada en la colonia Del Valle (San Francisco 1220).
Un fantasma ha tejido con su serie. Vestida de blanco, cuenta la leyenda, ronda por las noches en busca del amor de su vida entre los escombros de una iglesia, que se derrumbó durante un temblor en el momento de la boda. La leyenda de San Raymundo Jalpan, poblado oaxaqueño, ha sido capturada con hilos de fotografía.
Una muchacha ciega originaria de esa comunidad contaba a Miranda las leyendas de su pueblo. Curioso, conoció el lugar, recorrió los rincones de las ruinas. Fueron años de visitas. Trozos de piedras tirados, el campanario todavía en pie, paredes prácticamente desnudas, algunas grafiteadas inspiraron la esencia fantasmal.
‘‘Construyo y reconstruyo imágenes, superponiendo una imagen encima de otra, tejiendo, picando, cortando y haciendo otras cosas sobre la impresión fotográfica. Casi todo mi trabajo es fotografía compuesta”, explica.
Después de conocer el escenario natural, planeó el montaje y la serie, donde la modelo fue una amiga con vestido de novia hecho de bolsas del supermercado. Los negativos en blanco y negro quedaron guardados por años hasta que comenzó a tejer las imágenes expuestas. Imprime las tomas en gran formato, las recorta en delgadas tiras de un centímetro y luego comienza esta urdimbre.
La experiencia fue complicada, relata, por el recelo de los habitantes después de los abusos hacia las comunidades de indígenas. También se percató del saqueo de los vestigios arqueológicos en este lugar, ubicado cerca de los sitios de Monte Albán y Zaachila.
Pedro Miranda nació en Salina Cruz en 1982, en la región de Istmo. Muy joven, a los 15 años, se fue a la ciudad de Oaxaca por la falta de opciones para aprender sobre su discapacidad. Al trabajar en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), en una de las mejores bibliotecas especializadas, comenzó a tener contacto con varios creadores.
Primero fue espectador, luego modelo, aprendió a hacer escultura y cerámica, hasta que llegó a la fotografía análoga, a revelar e imprimir en la oscuridad. Los primeros talleres de fotografía básica se iniciaron en 1999.
Años más tarde, obligado a convalecer por varios meses debido a una operación, se puso a tejer como estrategia contra la ansiedad. ‘‘Primero como las abuelitas, con estambre. No me gustaba”, cuenta. Luego encontró el gusto y comenzó a experimentar con distintos materiales, como fibras naturales, tan presentes en la tradición oaxaqueña. Papel, plástico, alambre, ramas o cualquier material que se comporte como hilo es su materia. Así, con su bastidor, captura la imagen hecha hilo.