Voluntad inquebrantable, la clave
Los balcánicos mostraron fiereza sin fin, pese a que han jugado al hilo tres partidos con tiempos extra
Jueves 12 de julio de 2018, p. 2
Moscú
La voluntad inquebrantable lleva una camiseta a cuadros. Cuando parece que todo está perdido, cuando los demás bajarían los brazos y empezarían a deglutir la resignación, ahí es donde emerge un croata furioso y lleno de fe para conseguir lo que se antojaba decidido. Con esa vocación y obsesivo espíritu combativo, Croacia será por primera vez en la historia uno de los equipos en la final de un mundial, después de revertir el marcador en contra y vencer 2-1 a Inglaterra en tiempo extra. El partido por el título se anticipa emocionante ante Francia el domingo.
El cuadro croata está amasado con un barro asombroso. Por tercer juego consecutivo extendieron el drama hasta el tiempo extra, con el evidente agotamiento que eso les exigió y aún así se volcaron como si los músculos fuera una anécdota y el cuerpo se moviera impulsado por el anhelo.
Esa voluntad sería un espejismo si no contara también con jugadores talentosos, efectivos, que entrenan cada semana en las mejores ligas del mundo. Fue un regocijo seguir la versatilidad de Modric, ese diez que suma y resta a su dorsal según se necesite en el juego.
Es el sueño de todo entrenador. Un hombre que no juega para sí mismo y pensando en la posteridad de las redes sociales. Juega para el equipo con genuino sentido de solidaridad. Estará donde más lo necesiten los suyos. Corre en un extremo, baja la velocidad y toca rápido, defiende y corta avances y se transfigura en un instante en un volante que hace mucho daño.
Ese entusiasmo identificaba a todo un equipo convencido de que querían ser como aquella Croacia de 1998 que alcanzó el tercer puesto mundialista. Pero esta selección ya lo ha superado al jugar su quinto Mundial.
Inglaterra también tenía ambición histórica. Una selección que ganó la copa del mundo en 1966 pero que después ha acumulado una buena cuenta de decepciones. Llegaron a semifinales con un equipo demasiado joven y con un dinamismo que hacía tiempo no mostraba el conjunto de la rosa. Y parecía que lo había conseguido.
Cinco minutos y en el cobro de un tiro indirecto, Inglaterra capitalizó su prestigio casi nacional en las jugadas a balón parado. El disparo de Trippier fue un prodigio imposible para el guardameta croata Subasic. Un golpe de efecto y sicológico de ese balón que voló sobre la barrera y bajó con fantasía para entrar a la portería.
Los croatas estaban desconcertados y no podían ocultarlo. Les costó demasiado rehacer su juego, mostrar firmeza en sus líneas.
Inglaterra tuvo oportunidades para sentenciar el partido, pero las desperdiciaron de forma inexplicable. Kane no pudo aportar a su marca goleadora y vaya que la tuvo en una llegada que disparó y Sibasic salió a achicarle, todavía le quedó la pelota para contrarremate pegado al poste, pero el arquero croata alcanzó a echarla con la pierna.
La media cancha de Croacia no prosperó en esa primera parte, Rakitic recibió poco antes del descanso una pelota en el área; estaba de espaldas al arco, tardó demasiado, hizo demasiados cálculos algo que merecía ser resuelto en un instante y los ingleses lo rodearon para estropearlo.
Después del gol, Inglaterra había decidido echarse atrás y cuidar esa ventaja. Una apuesta muy arriesgada cuando enfrente el rival es un croata.
De regreso del descanso Croacia parecía con otra determinación y se fue contra los ingleses demasiado cautelosos. Perisic corría con la clara advertencia de que descuidarlo sería pegarse un tiro en el pie para los ingleses. No entendieron o no leyeron bien.
Un cambio de juego desde la banda derecha al área, adonde llegó Perisic y con un salto y una patada de karate, golpeó con la parte externa del botín pie izquierdo metió la pelota al arco para decir: aquí estamos de regreso.
Casi enseguida del empate, otra vez Perisic, engrandecido, se metió al área y con osadía quebró a uno y otro defensa inglés para disparar cruzado, pero el balón se estrelló en el poste; el rebote le quedó a Rebic, quien remató pero su intento fue a dar a las manos del portero Pickford.
Inglaterra luchó más por contener el vendaval croata, que enriquecía con la maestría todoterreno de Modric, y que de cualquier zona amenazaba con buscar la jugada de peligro. Los jóvenes ingleses, con cierto nerviosismo de novatos, logró soportar el asedio y llegar al alargue.
Croacia estaba en condiciones difíciles. Era el tercer partido consecutivo que llegaba a tiempo extra y los músculos ya acusaban el agotamiento con remates sin la fuerza necesaria.
El cuadro de la rosa estuvo a punto de adelantarse. Si la pelota no terminó dentro fue por la oportunidad de Vrsaljko de estar en el momento y el lugar adecuados. Stones saltó potente y remató un córner como sólo un inglés puede hacerlo. La pelota iba fatídicamente adentro, pero el defensa croata estaba en la línea y alcanzó a brincar para sacarla con la coronilla.
Mandzukic también pudo resolver con un remate, pero que Pickford alcanzó a echar con el muslo. Hasta que pagó la deuda consigo mismo y cerca del final y de los penales, el punta croata apareció glorioso para cruzar un tiro y conseguir el gol de la victoria.
Inglaterra se desmoronó y Croacia demostró que en su vocabulario no hay lugar para el desánimo.