De organización de Estado
urante la campaña del 2012 de AMLO, propusimos varias veces en este espacio la importancia de crear la Secretaría de Alimentación Pública (SAP) dedicada a desterrar el hambre y recuperar la soberanía alimentaria, que no es lo mismo que producir materias primas para la agroindustria y la exportación, vocación de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, en cuyo nombre lleva el pecado original de anteponer la producción capitalista a la alimentación del pueblo. Claro indicio de la vocación no alimentaria de esta súper secretaría es que será desplazada a Sonora, región de las grandes explotaciones agrícolas, tan cerca de Estados Unidos y tan lejos del campesinado con hambre, concentrado en el centro suroriente y suroccidente del país. Y si, a su nueva ubicación añadimos que su virtual titular actuó en favor de los intereses de Monsanto en nuestro país y que, si bien negó que utilizaría transgénicos, sí mencionó las semillas mejoradas
, nos estremecemos de pánico los comprometidos contra el hambre, pues en boca de un experto de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) de 1995 a 1997, dichas semillas empobrecieron tierras, destruyeron diversidad botánica, introdujeron fertilizantes por la fuerza e instalaron la pobreza en poblaciones para las que el futuro secretario fue asignado: África, Asia y América Latina. Errores y consecuencias de una política que incluso la FAO hoy reconoce.
La cuarta transformación de México que ganamos con nuestros votos debe asegurarse con la escucha de propuestas y señalamientos como el de crear la SAP, no para el aumento de la pesada burocracia, sino para una sana separación de la producción por sus objetivos, que son opuestos aunque complementarios. Sin cuestionar la capacidad del virtual secretario para un abanico de campos dedicados a la producción capitalista, la SAP debe proteger la milpa –que éste funcionario critica– y ubicarse en el centro geográfico de las regiones con vocación campesina, desde donde facilite la reorganización de la producción alimentaria para el autoconsumo y el mercado interno, dando certeza a la tenencia de la tierra ejidal, comunal y cooperativa, asignando créditos y precios de garantía, apoyando las antiguas técnicas de conservación e introduciendo las más modernas, facilitando las vías y los medios de distribución. Sin olvidar anular reglamentos que impidan empates entre cooperativas de producción y de consumo. Como los que nos frustraron cuando trabajamos para comedores comunitarios del otrora DF.