a tétrica espiral dibuja un futuro inicuo y un desenlace explosivo. Apunta a caminos distintos, pero todos conducen a una debacle inescapable. La realidad del próximo futuro nunca estuvo tan cargada de catástrofe. Y las cosas no ocurrirán en las calendas griegas.
La opción política por la desigualdad gestó la espiral macabra. Nunca como en los años del dominio del neoliberalismo la opción política por la desigualdad fue tan evidente y tan catastrófica. No es el fin de la humanidad, pero el día después verá a sus espaldas una debacle ruinosa de proporciones sin precedente. Nada en el presente es signo de que al día después seguirá una superación del capitalismo mortalmente herido.
Ya hemos andado el camino que condujo a la espiral: la financiarización de la economía global. Thomas Palley, economista estadunidense unido a los estudios poskeynesianos, escribió en 2007 y 2008: la financiarización ha sido un proceso por el cual los mercados, las instituciones y las élites financieras han ganado una influencia creciente y decisiva sobre la política económica y sobre los resultados económicos.
La financiarización transformó la economía en los niveles macro y microeconómicos. Los principales impactos de ese cambio fue establecer un sistema que transfiere velozmente ingresos del sector real al sector financiero y aumentar la desigualdad histórica del capitalismo.
El informe 2018, publicado por el Laboratorio de Desigualdad Mundial de la Facultad de Ciencias Económicas de París fue coordinado por cinco investigadores, uno de ellos Thomas Piketty, y participaron en los trabajos más de 100 investigadores de varios países. Entre sus primeras palabras, dice el informe, la desigualdad mundial puede llevar a todo tipo de catástrofes políticas, económicas y sociales
. El informe abunda en datos y matices que no puedo reflejar aquí. Pero veamos este aserto: debido a la elevada y creciente desigualdad entre países, el 1% de individuos con mayores ingresos en el mundo recibió una proporción dos veces más grande del crecimiento [económico], que el 50% de menores ingresos, desde 1980
. De modo extraordinariamente pálido están, detrás de los fríos números, inimaginables riquezas jamás acumuladas y la pobreza más profunda tampoco nunca imaginada, como dos caras del mismo mundo capitalista global.
La desigualdad de ingresos se ha acelerado en y entre los países –aunque a ritmos diversos–, debido a unos ingresos inmensamente altos en los de arriba, que han invertido en la compra de activos, acumulándose así la riqueza aún más que el ingreso. Así, la acumulación de activos trae consigo aún mayores ingresos a las capas superiores en una espiral tétrica sin freno posible. El capitalismo global ha creado de ese modo unas capas superiores rentistas parasitarias inefablemente ricas, y una pobreza tan profunda y deshumanizada como los ilotas de Esparta. Los ilotas eran tan brutalmente explotados que conforme aumentaban en número, se volvían una amenaza para los espartanos, que idearon la krypteia, hecha para su persecución y exterminio.
El 1% teme ser descubierto por los ilotas globalizados de nuestros días. El 1% teme, no los ilotas. Lo advirtió Napoléon Bonaparte: no hay subordinación en el temor que prevalece en los estómagos vacíos
.
Douglas Rushkoff, conferenciante frecuente en grupos del 1%, ha descrito vivamente cómo es el futuro para esos grupos. En un artículo publicado por The Guardian el pasado 24 de julio, cuenta que el CEO de una casa de corretaje explicó que casi había terminado de construir su propio búnker subterráneo e hizo una pregunta (válida para el pequeño grupo): “¿Cómo mantengo la autoridad sobre mi fuerza de seguridad after the Event?”
The Event era su eufemismo “para el colapso ambiental, los disturbios sociales, la explosión nuclear, el virus imparable, o el hackeo de Mr Robot que todo lo derriba…; sabían que se necesitarían guardias armados para proteger sus recintos de las turbas furiosas. ¿Pero cómo pagarían a los guardias una vez que el dinero no tuviera valor alguno? ¿Qué impediría a los guardias elegir a su propio líder? Los multimillonarios consideraron usar cerraduras de combinación especiales en el suministro de alimentos que sólo ellos conocían. O hacer que los guardias usen collares disciplinarios de algún tipo a cambio de su supervivencia. O tal vez construir robots que sirvan como guardias y trabajadores, si es que esa tecnología podía desarrollarse en el tiempo [que queda]… Para ellos, el futuro de la tecnología se trata realmente de una sola cosa: huir”.
Rushkoff explica que no se trata de multimillonarios excéntricos, sino de la mentalidad real de grupos crecientes del 1%. Por ejemplo, Elon Musk colonizando Marte, Peter Thiel invirtiendo el proceso de envejecer, o Sam Altman y Ray Kurzweil (director de ingeniería en Google), subiendo sus almas
a artefactos de inteligencia artificial.
Los mortales del mundo tenemos una lucha principal: abatir la desigualdad.