Lucha y vergüenza de Barenboim
ació en Argentina en 1942. Desciende de una familia judía y ostenta también las nacionalidadades de España, Israel y Palestina. Goza de fama mundial como director de orquesta y pianista y por su lucha en favor de la convivencia pacífica entre Israel y Palestina. Para ello, Daniel Borenboim sostiene que es fundamental reconocer a Palestina como Estado, devolverle los territorios que Israel le ha quitado de mala manera y acabar con la tragedia que significa la ocupación militar y de asentamientos humanos en ellos.
El problema data de 1948, cuando más de 700 mil palestinos fueron desalojados de donde vivían para crear el Estado de Israel. Hoy más de 5 millones de descendientes directos de aquellos desplazados viven un exilio forzoso, que Barenboim califica de ‘‘moral y físicamente intolerable, un desastre ético y estratégico’’.
La situación se agravó con Donald Trump en la Casa Blanca. El magnate tiene una estrecha amistad y apoya sin reservas a Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel.
Este apoyo llevó a que Israel declarara a Jerusalén como su capital, contraviniendo acuerdos que tienen a esa ciudad como símbolo de cristianos, islamitas y judíos. Y que recientemente una ley estableciera el carácter judío del país y al hebreo como única lengua oficial.
Una medida que Daniel Barenboim, el escritor David Grossman y miles de israelíes y otras nacionalidades califican de discriminatoria, pues ignora los derechos de otros grupos que también viven allí.
Hace 15 años Daniel Barenboim dijo estar orgulloso de que Israel reconociera ‘‘la igualdad de derechos sociales y políticos a todos sus ciudadanos, con independencia de su religión, raza o sexo; y garantizara la libertad religiosa, de conciencia, idioma, educación y cultura”.
Ante una ley que califica de racista y confirma la condición de apartheid y de ciudadanos de segunda clase a la población árabe, el músico proclama: ‘‘Hoy me avergüenzo de ser israelí’’.
Ojalá esa vergüenza cunda por doquier.