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El despertar

La nueva oposición

E

ntre las muchas consecuencias del primero de julio está la de un nuevo dinamismo en el escenario político. La transición contenida durante 18 años por los gobiernos de los partidos Acción Nacional (PAN) y Revolucionario Institucional(PRI) va a reactivarse. Cientos de miles de políticos, por oportunismo o por verdadera vocación, intentarán alinearse con Morena o en la oposición conservadora, fiados unos y otros, de que el Poder Ejecutivo no intervendrá en los procesos de competencia.

Una impresión superficial nos haría creer que la oposición es potencialmente fuerte. El 43.9 por ciento del voto fue contra Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Los partidos de derecha tendrían poder sí se coaligan. Mientras permanezcan en la división no podrán retar a Morena o a su liderazgo.

Don Benito Juárez después de la gran victoria y la restauración de la República en 1867, pensó en la necesidad de alentar a los conservadores para que se reorganizaran. Era un visionario y temía que los liberales, sin un contrincante, se desgarraran entre sí, fue lo que sucedió. Juárez debilitó la política jacobina y propuso devolver el voto al clero. Fue acusado por sus compañeros de partido de traición. La querella liberal siguió con gran desgaste hasta que Porfirio Díaz se impuso y acabó con la democracia.

La lección de Juárez es significativa. No puede pedírsele a AMLO que aliente a la oposición conservadora, pero seguro la respetará. El PAN y el PRI tienen sectores coincidentes en la ideología neoliberal, incluso en los intereses que representan. La debilidad está en que ambos han requerido del apoyo del Estado. El PRI fue un órgano estatal y el PAN necesitó, para crecer, del padrinazgo de Salinas y de los demás regímenes durante 30 años. El PRI carece de liderazgo, tiene buenos cua-dros pero están envejecidos y sin popularidad.

El PAN tendrá que superar sus conflictos internos y su depresión. No tiene la capacidad de resistencia ni de confianza que llevó a AMLO a la presidencia después de 2 derrotas. La democracia mexicana requiere de una oposición fuerte, capaz de alternar en el nuevo régimen. Pero al menos por hoy, las condiciones subjetivas de los partidos conservadores plantean serias dudas.

(Con la colaboración de Meredith González)