e extrema relevancia teórica la distinción clásica entre trabajo productivo e improductivo y sus implicaciones. Adam Smith la formula en el libro segundo de su Riqueza de las naciones.
El productivo añade valor al objeto que se incorpora. Logra que en una mercancía vendible se incorpore o se almacene una cierta cantidad de trabajo que se puede emplear en otra ocasión.
El improductivo no produce ese efecto. En ninguna mercancía susceptible de venta. Ejemplifica, respectivamente, con artesanos manufactureros y empleados domésticos. Es improductivo –dice– el trabajo de algunas de las clases más respetables de la sociedad. No producen valor alguno. Ni se concreta o realiza en una mercancía vendible después de realizado. No da origen a valor que permita conseguir luego igual cantidad de trabajo. Es el caso del soberano y los funcionarios, de las fuerzas armadas. Y de muchos otros que sirven al público, pero que nada producen que sea capaz de proporcionar después otra cantidad de trabajo igual. Su trabajo perece en el momento mismo de la prestación de su servicio. No obstante –lo indicó Quesnay en su Tableau economique–, productivos e improductivos son necesarios para la reproducción material de la sociedad. Aunque en proporciones específicas, agrega en sus Máximas. Y muestra Smith en sus escritos. Y explica que ambos se mantienen con el producto anual de la tierra y del trabajo del país. Renta de la tierra y beneficios. Visión que enriquece y hace más agudo el análisis clásico.
Para Marx, sólo los productivos generan excedente, plusvalor para él. Y de ahí se mantienen los improductivos. En detrimento de salarios o beneficios del sector productivo. Interesante y rica visión. Pero compleja. Enfrenta la ortodoxia en la que todo trabajo agrega valor. Éxito o fracaso económicos se estiman con el valor agregado. De ahí el seguimiento del producto interno bruto y sus componentes. Remuneraciones a los asalariados y excedente bruto o neto de explotación. No obstante, se analiza su evolución sectorial. Y críticamente se destaca la creciente concentración de beneficios en el sector financiero. En detrimento del sector real. En la visión crítica –concentrada en la evolución de la tasa general de rentabilidad– se identifica la evolución de ambos sectores. Con la complejidad y el riesgo que supone la asignación de actividades al productivo o al improductivo. Incluso de ciertos trabajadores.
No profundizo más en esta compleja pero rica discusión. A veces absurdamente simplificada. En trabajos de investigadores como Duncan Foley y Simon Mohun se presentan asignaciones sectoriales para el caso de Estados Unidos. Comportamiento y consecuencias. (Foley, D., The Circuit of Capital, US Manufacturing and Non Financial Corporate Business Sector 1966-2009, New School for Social Research 2010, y The Political Economy of Post-crisis Global Capitalism, University of Chicago 2010; Mohum S., Unproductive Labor in the US Economy 1964-2010
, Review for Radical Political Economics, 2013). Muestran el gran crecimiento de trabajadores improductivos. En detrimento de los productivos y su remuneración. Y del beneficio de empresas y corporaciones productivas. Contraparte de mayores beneficios de empresas improductivas. Preferentemente financieras. Es –aseguran– una de las características del neoliberalismo actual. Nociva característica. Y terribles consecuencias. Sin duda.