sunemasa. El sacerdote guardián de un templo recibe la visita del espíritu de un niño que, en otro tiempo, fue favorito del emperador. Para dar paz al espíritu visitante, el sacerdote realiza un ritual con un laúd conocido como Montaña Azul, que en su tiempo fue regalado al niño por el emperador. El espíritu del niño toca fugazmente el laúd y después desparece.
Hagoromo. Un pescador navega y desembarca en una isla. Ahí encuentra un manto de plumas colgado de la rama de un pino. Lo toma para llevárselo de regreso a casa como algo precioso. Un ángel le dice que el manto de plumas es suyo, que ningún hombre debe usarlo, y que debe devolverlo. Inicialmente, el pescador se rehúsa a devolver el manto, pero ante la insistencia del espíritu, accede a desprenderse de él a cambio de una danza. El ángel baila y finalmente desparece en la neblina.
Estas son, muy a grandes rasgos, las líneas argumentales de dos piezas de teatro Noh que, juntas, conforman el espectáculo escénico-musical (¡imposible designarlo como una ópera!) titulado Sólo el sonido permanece, de la gran compositora finlandesa Kaija Saariaho. La obra se estrenó el 15 de marzo de 2016 en la Ópera Nacional Holandesa (la más importante entre las instituciones que encargaron la partitura a Saariaho), bajo la dirección musical de André de Ridder, y la puesta en escena de Peter Sellars. Ambas piezas tienen solamente dos protagonistas, el bajo-barítono Davóne Tines y el contratenor Philippe Jaroussky, a quienes se añade, en la segunda de ellas, la presencia de la bailarina y coreógrafa Nora Kimball-Mentzos.
La compositora finlandesa ha creado una más de sus deslumbrantes obras para la escena, sustentada en una escritura musical que, como es usual en ella, contiene un complejo y refinado trabajo tímbrico a través del cual surge una continuidad sonora alternativamente iridiscente y profunda, siempre sugerente, siempre asombrosa. A diferencia, por ejemplo, de la orquesta grande que Saariaho propone en su magistral ópera L’amour de loin (2000), aquí las fuerzas musicales son más que parcas: un cuarteto de cuerdas, un cuarteto vocal, un percusionista, todo ello aderezado con el habitual complemento de sonidos electrónicos, elemento emblemático de la música de la compositora finlandesa.
A este ensamble se añaden un kantele (el instrumento nacional de Finlandia) y una flauta (Camilla Hoitenga, colaboradora frecuente de Saariaho), que particularmente en Tsunemasa bien pueden ser percibidos como una especie de alter ego, respectivamente, del koto y del shakuhachi. Además de la siempre potente experiencia que significa escuchar la cambiante y expresiva música de Saariaho, Sólo el sonido permanece proporciona al buen aficionado a la música vocal la rara oportunidad de escuchar a Philippe Jaroussky, asociado principalmente con sus grandes interpretaciones del repertorio barroco, involucrado convincentemente con una compleja partitura contemporánea.
Escenografía, iluminación (muchas siluetas, muchas sombras, muchas transparencias) y trazo escénico, son todos de una gran austeridad, ideal para cobijar el desarrollo de los textos japoneses traducidos por Ezra Pound y Ernest Fenollosa. Además de las evidentes referencias orientales, no es difícil percibir aquí una cierta tendencia al expresionismo, sustentada como una importante línea de conducta teatral.
Todo esto puede ser apreciado a través de un dvd producido por la Ópera Nacional Finlandesa y realizado por el sello Erato con motivo del estreno de la obra. Si bien es cierto que hay momentos en que las limitaciones técnicas del video interfieren con la cabal representación de las sutilezas de la iluminación, se trata en general de una producción de buen nivel que permite apreciar las alturas a las que puede llegar la colaboración de dos creadores de tan alto nivel como Kaija Saariaho y Peter Sellars. Si usted conoce alguna de las óperas de Kaija Saariaho, no deje de ver Sólo el sonido permanece. Y si no las conoce, con más razón.