Torneo amateur José Sulaimán
Otra expresión de la cultura popular llenó la plaza de gritos
Lunes 3 de septiembre de 2018, p. 5
Algunos tránsfugas de la parranda caminaban a pleno sol y miraban extrañados el centro de la plaza de Garibaldi. Sin mariachis a la vista, el lugar tiene un aspecto extraño. Aún más con el cuadrilátero que instalaron para las finales del torneo de boxeo amateur José Sulaimán. Por unas horas, se celebraba otra expresión de la cultura popular.
Jóvenes de distintos puntos de la ciudad, algunos de barrios distantes, pero todos movidos por la pasión por el boxeo, hombres y mujeres que aspiran a destacar como peleadores. Algunos con sueños de convertirse profesionales; otros con el respeto que se tiene a una disciplina demasiado exigente y que compaginan con otras aficiones.
Aquí no hay nombres propios, sólo colores, una esquina roja y la otra azul como señas de identidad. Desde cada ángulo, los apoyan los amigos del barrio, los familiares y compañeros de establo, como nombran al gimnasio en el argot de boxeadores.
Alejandro El Cuervo López aspira a debutar pronto. Viene con un grupo de compañeros del gimnasio que llegaron también a la final. Unos pelean mientras los otros echan porras. Dos duelos simultáneos.
El Cuervo sorteó cuatro combates para poder disputar la final de peso mosca. Peleó con entusiasmo y rabia. No dejes que se acomode
, le gritan sus compañeras boxeadoras. El rival no es fácil, pero logra imponerse y gana el campeonato amateur en su división. El Consejo Mundial de Boxeo le entrega un cinturón con los colores del organismo y las imágenes de José Sulaimán y Ratón Macías.
El Cuervo agradece al público como hacen los profesionales. Presume el cinturón y lo abraza como si fuera de campeón del mundo.
Yo ya quiero debutar, pero mi entrenador dice que debo ser paciente, que al menos un año más debo esperar
, dice resoplando; hay que hacer caso; uno quisiera debutar cuanto antes, pero hay que saber esperar
.
En otra esquina gritan con particular entusiasmo los estudiantes del Politécnico. Son alumnos de distintas ingenierías, que deben mantener un promedio mínimo para tener derecho a entrenar boxeo e integrar el equipo.
Que sí, que no, el estudiante
, corean los estudiantes-boxeadores; huelum, a la cachi cachi porra
.
Es muy complicado, porque la ingeniería civil exige mucho estudio y el boxeo mucho entrenamiento, entonces uno está ocupado todo el día, si fallamos en la escuela, nos quedamos sin boxeo
, cuenta Osmany Ruiz, quien no pudo quedarse el campeonato ligero, pero está emocionado de haber llegado a esta final.
“Llevo 10 años de boxeador amateur, pero en un año termino mi carrera y pues no creo poder seguir, hay que tomar una decisión y pues las matemáticas no pegan, así que tendré que despedirme del boxeo… no sé si estoy preparado”, agrega con melancolía.
Siguen las mujeres, quienes dos décadas después de que se derogó la ley que les impedía pelear de manera profesional, hoy atraen en igual proporción, a veces más, que el pugilismo varonil. No es posible hablar con ellas pues están concentradas para subir al cuadrilátero, lo que sí queda claro es que si llegaron a esta instancia es por su habilidad y coraje. Ahora los hombres son los porristas.
La gente está comprometida con los peleadores. Por una mañana, Garibaldi es la plaza del boxeo.