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Ver día anteriorViernes 7 de septiembre de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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EPN: buen presidente, pero mala percepción popular
E

l afecto y el aprecio añejos que tengo por Enrique Peña Nieto me obligan a observar su de-sempeño como Presidente de la República. El balance es positivo y trascendental, pues contribuyó al crecimiento y al relanzamiento del país. El VI Informe y el mensaje presidencial lo demuestran.

Son impresionantes los logros, pero también la percepción popular negativa, ya que la mayoría no reconoce los avances, y ello no me parece justo, porque realmente se desplegó una intensa y visionaria labor reformadora en economía, finanzas, energía, educación, democracia y en la promoción de nuestro país en la arena internacional.

Ciertamente Peña Nieto entrega un mejor país que el que recibió, pero le faltó más energía en el combate a la corrupción y la impunidad.

En la primera mitad de la administración se operó eficazmente con los medios tradicionales, pero a lo largo del sexenio hubo rezago en modernidad, innovación y creatividad, y más aún con las redes sociales.

Faltó un contacto más cercano con la gente. Peña abusó de su habilidad y destreza políticas, y no obstante sus esfuerzos y los recorridos realizados por todos los rincones del país, con su atención a los más necesitados, sus acciones en siniestros y en situaciones de emergencia, más su diaria exposición en los medios convencionales, no obtuvo buenos resultados.

Al evaluar la vasta obra de gobierno y ver la entrega de un gobernante vigoroso y entusiasta, se me generaron sensaciones de reconocimiento, admiración, coraje e impotencia por la incomprensión de muchos y por no haberlo apoyado más, salvo lo que hicimos como legisladores al otorgarle nuestro respaldo a su proyecto de las reformas trascendentales que marcaron un hito histórico.

Los primeros dos años de este gobierno fueron de excelencia –por el Pacto por México y las reformas–; su tercer año se vio empañado por el escándalo de la llamada Casa Blanca y la dolorosa desaparición de los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, asunto en el que el Presidente no tuvo culpa. Los últimos tres años fueron cruciales.

El sexenio se caracterizó por realizaciones notables en infraestructura, atracción de capitales, empleo, turismo, energía, seguridad social, campo, educación, salud, comunicaciones, vivienda, crecimiento económico, control de las finanzas públicas y avances en lo laboral, pero hubo fracasos en seguridad y en combate a la violencia y al crimen organizado.

Ni las inmensas obras de infraestructura ni los casi 4 millones de empleos ni los 200 mil millones de dólares de inversión en energía e hidrocarburos ni la construcción de más de 50 hospitales sirvieron para generarle buena imagen al gobierno y al primer magistrado de la nación.

Por último, reconozcamos al Presidente su magnífica actitud de civilidad en el marco de la alternancia.

Con todo, en mi opinión Enrique Peña Nieto ocupará un lugar positivo como presidente de México, pero será la historia la que se encargue de ubicarlo en su exacta dimensión.