Fuera del mundo
ue cuántas veces he ido al circo? Poquísimas. En proporción, una por década de mi edad.
Mas Charles Chaplin, Ingmar Bergman, Federico Fellini, mencionemos sólo algunos nombres, bien supieron que ahí habitaba la poesía. No propiamente, pero de alguna manera Edith Piaf fue cirquera (propiamente, contorsionista, ductilidad –me temo, me congratulo–, fuerza y agilidad que nótanse en su voz). Lotte Lenya, preguntada sobre el porqué de su gusto por el circo (ella sí llegó a trabajar en uno), respondió sobriamente: –Porque en el circo la gente arriesga, se juega la vida.
Y hablando de esto, parte de una numerosa familia de equilibristas murió cuando se vino abajo su complicada pirámide humana –tubos, bicicletas, niveles, quizá hasta caballos... En el documental que vi el entrevistador se asombra de que los deudos persistan en su forma de vida. La respuesta, más o menos: –No porque tu tía haya muerto en un accidente automovilístico dejas de manejar...
Alguna vez un payaso, tendría yo 10 años, me pidió a las orillas orientales de mi ciudad, Guadalajara, que le llevara sus zapatotes, sí que eran grandes (ya no recuerdo si pesados, pero anchos, la redondeada punta naturalmente apuntando al cielo), y así entré al circo gratis (el payaso, aún no maquillado, tomó sus zapatotes y se olvidó de mí), media hora nomás, no fueran a regañarme (con esa zozobra y la de que se me tachara de colado como quiera disfruté de la función).
Fuera del mundo, letra de Fuentes, música de Óscar Chávez, es no sólo el título de la canción-centro –o uno de los centros– de Los Caifanes (‘‘De cómo el espíritu de Fellini desciende sobre Los Caifanes” pregonó una reseña de la época, por lo demás); se preveía fuese el del filme. Fuera del mundo es como uno se queda yendo al circo.
Fuera del mundo, o algún sentir semejante, se experimenta cuando al exponerse uno a la poesía, pues que leerla, escribirla, abrirse a ella nada más, es sin duda exponerse: comprometerse, arriesgarse, jugársela (al menos en cierto modo) fuera del mundo.