Opinión
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Democracia sin canibalismo
S

e trata de un libro publicado ya hace algún tiempo, no mucho, en 2014, por editorial Miguel Ángel Porrúa; autor, el embajador Tarcisio Navarrete, a quien conocí cuando ambos, de esto si hace ya más de tres décadas, militábamos en el Partido Acción ­Nacional. Cuando leí el libro me interesó, en uno de sus capítulos y refiriéndose a la democracia, señala una disyuntiva que inquieta, todos contra todos o conciliación. El subtítulo es elocuente: Hacia una política de las coincidencias.

Contrasté el texto del licenciado Navarrete con la intención del presidente electo, de no perseguir personalmente a los corruptos del pasado; da prioridad al futuro, se propone que la corrupción sea un capítulo superado, una página a la cual ya se le dio la vuelta en el libro de la historia patria. Hay mucho que hacer de aquí en adelante –así lo interpreto– para estar volviendo los ojos a lo que sucedió en una etapa superada y vencida por el voto popular.

Esta intención no deja de ser des­concertante, en especial para quienes han sufrido las malas prácticas y abusos de los poderosos, sin duda, la mayoría de los mexicanos, víctimas de ineptitud y corrupción de quienes han gobernado, hoy desplazados por un proceso electoral incuestionable. Tienen que hacer mutis, salir de la escena, dejar espacio a un partido, un dirigente, una propuesta y un pueblo indignado.

El presidente electo ha mostrado a través de su actuación pública el interés por rescatar al país; su partido es de regeneración nacional; ni el candidato ganador ni el pueblo que lo apoyó pueden dejar pasar la oportunidad. Su referencia a no perseguir corruptos, deja abierta la puerta a las investigaciones en proceso y a sus posibles ramificaciones y tendrán que ser los integrantes de los otros dos poderes, el Judicial, que busca y administra la justicia, y el Legislativo, que cuenta aún con el recurso del desafuero, quienes deberán asumir sus responsabilidades.

Lo que me interesó al hojear el libro, al recordar los conceptos expresados en él, de un militante del partido en el que antaño milité, fueron las coincidencias con las inquietudes que todos tenemos hoy frente al cambio, en el que no sólo somos espectadores, sino participantes, porque el libro se ocupa de otro momento de nuestra historia con el que, lo que ahora sucede, tiene similitudes y diferencias.

Son esenciales a la democracia, tanto las coincidencias como las divergencias; los contendientes coinciden o debieran coincidir en principios básicos, consignados en la Constitución y en las leyes; pero tienen también diferencias, proponen estrategias basadas en convicciones divergentes, sin abandonar el interés común en la nación; la democracia presupone diferencias ideológicas.

Lo que interpreto de lo que manifiesta el candidato triunfador es que, al estar consciente de que el tiempo para remontar los vicios del pasado, tan arraigados en nuestras malas costumbres políticas, lo prioritario es construir y demostrar en la práctica, lo más rápidamente que se pueda, que hay una concepción distinta de la política; se trata de la separación de los intereses económicos personales y que lo importante en el fondo es oponer al valor que el neoliberalismo exalta, que es la competencia, otros con mayor jerarquía moral, la solidaridad y la cooperación. Esto significa un cambio y requiere un gran trabajo. Para lograrlo, el tiempo es corto; quien está al frente de la responsabilidad estatal no puede ocuparse de la función que le corresponde al Poder Judicial y no sólo por cuestiones de prioridad, sino de legalidad; cada poder es autónomo respecto del otro y tienen la encomienda de equilibrarse recíprocamente.

Tarcisio Navarrete pone de ejemplo de la política de coincidencias –que contrapone a la política del canibalismo– al Pacto por México; con el que por supuesto no coincido, pero sí con varios de los conceptos teóricos que maneja. En el capítulo inicial, donde analiza la esencia de la democracia y de la necesidad de la coincidencia, afirma que hay que idear e imaginar propuestas para que se regenere la confianza en la política y sobre todo crezca la confianza ante y entre las instituciones.

Atina en el diagnóstico: el pueblo perdió esperanza y confianza, pero su participación en el proceso, una campaña con presencia en todas partes, hasta el último rincón del país, un líder que no desperdició un minuto para conseguir su objetivo y su interés principal, por el bien de todos, primero los pobres, revivieron confianza y esperanza.

En el libro se afirma, la violencia destruye, la reconciliación humaniza. La característica más destacada de esta cuarta transformación es que se está logrando, a diferencia de las anteriores, sin acudir a la violencia. La mente humana encuentra conexiones inesperadas en las palabras y en los hechos; el debate político de nuestros días y el rencuentro con el libro que da titulo a esta colaboración son ejemplo de ello; expresar lo que se piensa, algún día, da frutos.