Opinión
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El escándalo de las caravanas
V

arios miles de migrantes de Honduras, El Salvador y Guatemala con destino a Estados Unidos rompieron este viernes la valla fronteriza y empezaron a cruzar la frontera por la fuerza en México, pese a las amenazas de uso de la fuerza del presidente Donald Trump a los gobiernos centroamericanos, si permitían aún más el paso sin control de los migrantes, y amenazó al gobierno mexicano que si no tomaba las medidas necesarias para detener la caravana enviaría a militares estadunidenses para impedirlo.

Trump acusó a los gobiernos de los países centroamericanos de permitir el flujo de tantos migrantes sin control y aseveró ante el gobierno mexicano que, si no tomaba medidas para detener la caravana, enviaría a militares para sellar la frontera entre Estados Unidos y México. Nuestro país no permitirá el ingreso de migrantes de manera irregular y mucho menos violenta, respondió, ya que conoce bien sus obligaciones en el plano internacional.

Estos son algunos de los hechos que sobresalen en la caravana de migrantes centroamericanos que se dirigen a México (para llegar más tarde a territorio estadunidense) lo que ese país ha rechazado rotundamente, incluso con la amenaza de la fuerza armada y del ejército. Para México no parece haber una salida fácil, pero es clara la alternativa. Se ha repetido últimamente que la política es el arte de decidir entre dos malas opciones, pero en este caso se aconsejaría seguir la ortodoxia internacional, es decir, obedecer a sus mandatos: no intervención en los asuntos internos de otros pueblos; respetar a las otras soberanías en la comunidad internacional; abstenerse de amenazar con el uso de la fuerza o emplearla. ¡Pero vayamos con Trump para intentar que entienda cualquier empeño civilizatorio!

En artículo reciente decíamos que vale la pena intentar un esfuerzo concertado por un conjunto de países para remediar esta situación, de suerte que ese conjunto internacional emprenda inversiones en los puntos focales que puedan desencadenar procesos productivos significativos. Esto en cuanto a la economía e incluso la miseria que caracteriza a esa región. Por lo que hace a la política y a la integración social, también causa de las migraciones, deberían ponerse al día programas de enseñanza de la democracia y para el fortalecimiento del tejido social, que deberán traducirse en nuevas formas de vida, de enseñanza y aprendizaje. De la persistencia de estos programas de carácter político, económico y social puede depender esencialmente que se limiten las causas locales de la pobreza y de la violencia, y de que se toquen los resortes del desarrollo y de una mínima presencia de elementos morales y civilizatorios.

Por lo que hace México, que vive un conflicto de tal alcance y naturaleza, sería urgente tomar la iniciativa de un esfuerzo como el apuntado. Andrés Manuel López Obrador parece haber tomado una delantera en este aspecto, precisamente al proponer a los gobiernos de Estados Unidos y Canadá, y a los centroamericanos más afectados, la organización de un conjunto internacional que lleve a cabo tal iniciativa. Si la idea tuviera alguna concreción, el ejemplo pudiera hacerse extensivo a otras partes latinoamericanas, y desde luego, en caso de éxito, seguramente el ejemplo tendría seguidores en el mundo.

Por supuesto, no podemos olvidar al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), que ya con más de medio siglo de experiencia de haber desarrollado esfuerzos en casi todo el mundo, resulta un apoyo invaluable para México y para todas las naciones que lo requieran. El comportamiento de México ante las caravanas centroamericanas ha resultado altamente virtuoso y hoy (sábado 24 de noviembre) nos llega la buena nueva de una respuesta positiva desde Nueva York a las gestiones de ayuda del organismo internacional como resultado del trabajo efectuado ante el mismo por el secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray.

Se recordará que desde el inicio de la caravana el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha hecho declaraciones responsabilizando a México si estos contingentes llegaban a Estados Unidos, amenazando con militarizar y sellar la frontera si fuera el caso.

Frente a este discurso, el portavoz del Acnur en Ginebra recordó que todos los países deben respetar las leyes y, en especial, los derechos de los migrantes. El mismo portavoz reiteró que ­cualquier persona que esté huyendo de la ­persecución y violencia en algún país, se le debe permitir que ejerza ese derecho, que tenga acceso a otros territorios y esté en condiciones de tener acceso al debido proceso para solicitar la condición de refugiado.

Esto es: en México tenemos encima un inminente y grave problema humanitario. Pero Estados Unidos tiene encima no sólo el mismo problema humanitario, sino la obligación que le impone el derecho internacional. Siguiendo este esfuerzo, México tiene la virtud de atender los mandatos del derecho internacional, en cambio Estados Unidos, como en los peores momentos de la historia de las grandes potencias, se queda con la parte de violación al derecho de gentes y con la responsabilidad moral de pasar por alto las necesidades urgentes de miles de refugiados en desgracia.