or qué no crece la economía en México? Esta es una pregunta muy vieja. Se hace desde hace tres décadas.
El tema está muy manoseado, en la discusión interna, la academia, la política pública y en los organismos internacionales que lo abordan.
Se trata finalmente de una cuestión más amplia que la definición e instrumentación de las políticas públicas.
Así, tiene sentido en cuanto a la complejidad de su entramado, y aunque parezca obvio hay que buscarlo no sólo entre todos los elementos y los factores que se incluyen, sino que, temo, entre los que de plano no se consideran o se hace de manera insuficiente.
Habrá que rearmar una formulación pragmática, política y técnica para establecer la interrelación de la actividad productiva y distribución de la riqueza y los ingresos.
En este terreno hay que incluir la actividad privada y la del gobierno, que sólo puede ejercerse con recursos extraídos de la sociedad. Si el crecimiento no se ha conseguido es difícil proponer que se hará con un cambio de políticas, ¿otro más? o con reformas adicionales de signo contrario. Algo falta en la concepción de este problema.
La economía mexicana crece, poco pero sí. Lo hace de manera insuficiente e ineficiente, pero muy rentable para muchas empresas y sectores de la producción y servicios. También para ciertos grupos sociales. No se oyen entre ellos muchas quejas de este escuálido crecimiento.
Ahora bien, poco crecimiento y muy concentrado en materia de apropiación de recursos y acceso al bienestar sí que es un problema. Más aún en un entorno de inseguridad como el que prevalece.
Habría que recuperar de modo explícito la noción de excedente: cómo se genera y cómo se apropia entre los grupos de la sociedad.
La expresión del excedente económico se manifiesta de modo claro en la etapa en que el capitalismo se ha ido financiarizando crecientemente. En esto hay que hacer referencia a la crisis de 2008 y sus secuelas. Esa historia está ampliamente tratada a estas alturas y no se ha agotado.
El tema de la desigualdad es hoy protagónico, y de él se ha derivado el de la inclusión y toda una avalancha de proyectos, programas y medidas surgidos para ampliarla.
El mercado continúa siendo glorificado como ente abstracto, que provoca arreglos en la asignación de los recursos, pero de manera simultánea grandes distorsiones en las tasas de interés, los tipos de cambio o los mercados de bonos y acciones; sobre todo lo hace en el mercado laboral.
Se trata de un problema de estructuras y procesos. Tiene que ver con el poder relativo en el mercado de ciertas empresas con alto grado de monopolio, con la ineficacia en la gestión de los recursos públicos y, de modo significativo, con la marginación y exclusión de grandes segmentos de la población de los circuitos económicos.
La algarabía en torno a la ampliación de la competencia en todo el mundo no esconde el enorme grado de concentración en las empresas más grandes en prácticamente todos los sectores y el correspondiente desplante a escala global. La estructura productiva en sus escalones más altos tiene un alto componente rentista.
A todo esto hay que añadir la naturaleza y las repercusiones de las políticas y reformas neoliberales.
Este es una aspecto esencial de las condiciones económicas y sociales, y no pueden ser ya amparadas por teorías y modelo de gestión pública fallidas y muy cuestionadas.
Es llamativa la propuesta de que “es fácil culpar al neoliberalismo de todos los problemas del país, pero ¿qué realmente provoca el bajo crecimiento productivo? No se puede, así, de un manotazo, eludir lo que está ocurriendo en México y en todas partes. Hay que confrontar lo que ocurre.
No sólo de estabilidad macroeconómica vive la sociedad, aunque sea eficaz en sus propios términos. No únicamente de libre comercio, aunque se considere un ámbito adecuado. Esto ha mantenido la inclusión a raya.
El problema del poco crecimiento no se restringe al ámbito de las repercusiones de leyes, instituciones, programas, planes o reformas, las que por distintos medios influyen en el comportamiento de empresarios, trabajadores y gobierno, y que dañan la productividad.
Esta visión del fenómeno social y político es parcial. No es meramente una cuestión de incluir, sino de cohesionar, en el sentido literal de reunir la materia de la que está hecha esta sociedad. Este proceso está roto hoy en el país y sus consecuencias se exhiben de modo muy claro para todos.