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Hace 25 años fue abatido en medellín

La figura del narco Pablo Escobar, entre el repudio y la admiración

El capo colombiano ordenó 3 mil muertes, dice su hijo

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▲ Peluquería en un vecindario de Medellín lleva el nombre de El Patrón, como se le llamaba al capo del narcotráfico Pablo Escobar.Foto Afp
 
Periódico La Jornada
Lunes 3 de diciembre de 2018, p. 22

Medellín. El 2 de diciembre de 1993 los medios de comunicación revelaron la imagen del cuerpo ensangrentado de capo colombiano del narcotráfico Pablo Escobar Gaviria, tirado en un tejado y rodeado de policías sonrientes que exhibían el cadáver sin pudor. Desde entonces el aniversario de su muerte deja ver a una sociedad dividida entre el repudio y la admiración, el dolor y la gratitud.

Maldecido por algunos y aceptado con vergüenza por otros, su influencia, a 25 años de su muerte, queda de manifiesto con generaciones que aún sueñan con triunfar en el terreno de la ilegalidad. Escobar es símbolo de una narrativa que tiene a la mafia como protagonista, calificada por muchos analistas como perjudicial.

Nació el primero de diciembre de 1949 en Río Negro, vecino de Medellín, empezó su vida delictiva en los años 60 como contrabandista y en los 80 incursionó en narcotráfico.

Escobar, cuya fortuna fue calculada en 2 mil millones de dólares por la revista Forbes, logró un escaño en la Cámara de Representantes por el Partido Liberal. Pero fue desenmascarado por el entonces ministro de Justicia, Rodrigo Lara, quien luchaba contra la corrupción.

Obligado a salir del Congreso, pasó a la clandestinidad como jefe del cártel de Medellín y líder de centenares de jóvenes sicarios.

Su primer desafío al Estado fue en abril de 1984, cuando Lara fue acribillado en Bogotá, marcando el inicio del narcoterrorismo. Atacó con bombas el servicio de inteligencia y la sede del diario El Espectador, cuyo director, Guillermo Cano, murió acribillado por órdenes de él.

Llegó a derribar un avión comercial en pleno vuelo y también ordenó el asesinato del candidato presidencial Luis Carlos Galán en agosto de 1989. Entre septiembre y diciembre de ese año, el cártel de Medellín detonó cien carros bomba.

Escobar se entregó durante el gobierno de César Gaviria (1990-1994); se fugó en 1992 tras un corto tiempo en La Catedral, una prisión que acondicionó a su gusto. El 2 de diciembre de 1993 fue ubicado por la policía cuando sostenía una charla telefónica con su hijo, lo que desencadenó el operativo que culminó con su muerte.

Jhon Jairo Velásquez, alias Popeye, su jefe de pistoleros, asegura que unas 6 mil personas murieron por órdenes de El Patrón (como llamaban a Escobar). Sebastián Marroquín, hijo del capo, ubica en 3 mil los homicidios ordenados por su padre. La alcaldía de Medellín afirma que entre 1983 y 1994 hubo 46 mil 612 muertes violentas producto de la espiral del narcoterrorismo que incluyó a Escobar y otras organizaciones criminales.

Habitantes del barrio Pablo Escobar lo recuerdan con cariño. Para mí primero Dios y luego Escobar, dice María Eugenia Castaño, de 44 años.

Omar Rincón, académico e investigador de la narcocultura en la Universidad de los Andes, atribuye el atractivo del capo Escobar a que encarnó un modo singular de ascenso y revancha social para los pobres. Fue el peón que se convirtió en patrón a punta de ingenio y de violencia.

Rincón señala que su huella puede rastrearse como una identidad colectiva. “Con él surgió la narconovela, la narcopolítica, la narcomúsica y la sicaresca (historias de sicarios)”.

Fernando Botero lo inmortalizó en óleos, Gabriel García Márquez lo hizo en Noticia de un secuestro. Televisoras colombianas, Hollywood y Netflix han sacado provecho de su figura.