Aprender a reír para aprender a ser libres // Sueños convertidos en 30 millones de sufragios // Anécdota de Miguel Alemán y su banda
enía pensado dedicar esta columneta a compartir con la multitud lo acontecido durante la visita que el presidente López Obrador hizo a este diario unos días antes de su rendición de protesta. La puntual y muy profesional reseña presentada el sábado 24 de noviembre lo hacen realmente innecesario. Me concreto a decir en público –porque lo siento, porque lo he pensado durante demasiado tiempo y sólo a la familia y a los íntimos lo he comentado– que en mis deseos de año nuevo llevo mucho tiempo incluyendo uno: cuando yo haga fade out definitivo, cuando haga mutis del escenario nacional, quisiera que mis descendientes vivieran, no en el imposible reino de los cielos en este mundo, sino simplemente en una patria digna, soberana, libre, justa, igualitaria y, por lo mismo, alegre y dada a la risa. Lo dijo Ignacio Ramírez y lo repitió un siglo después Octavio Paz: Hay que aprender a reír, para aprender a ser libres
. Yo quisiera morir con una gran sonrisa y una sencilla frase: ¡Sí pudimos!
Por eso, al estrechar la mano de Andrés sólo atiné a decirle: “Gracias a ti y a los miles de morenos que a lo largo del país supieron convertir sueños y esperanzas en 30 millones de sufragios irreprochables y que harán mi juego navideño, de muchos años, en realidad”.
Por ahora, un cuentecillo de Navidad: las crónicas de color de la prensa nacional del 2 de diciembre de 1952, que relataban los pormenores del cambio del Poder Ejecutivo en nuestro país (salía Miguel Alemán y entraba don Adolfo Ruiz Cortines) no registran las condiciones atmosféricas que prevalecían el día anterior, lunes. No puedo, por eso, recolorear esta columneta con los datos que tanto gustan a la gente. A cambio, me atrevo a afirmar que era un día feliz para los mexicanos: se terminaba uno de los regímenes más corruptos que hasta esa fecha habíamos padecido. Conste que aclaro: hasta esa fecha.
En la majestuosa residencia escogida por la familia Alemán, ante su inevitable de-sahucio constitucional, ubicada en la cercana avenida Fundición, el –todavía por minutos– Presidente, rodeado de su más cercano círculo de servidores civiles y militares (todos, por supuesto, compungidos: la muerte de la última de las seis vacas gordas no puede provocar euforia), bajó por las escaleras para abordar su descapotable.
Pero resulta que al momento de subir al cadillac don Miguel descubre, con asombro e irritación extrema, que no lleva cruzada sobre el pecho la banda presidencial.
Con verdadera irritación grita a sus múltiples escoltas (ustedes perdonarán que este timorato columnista no se arriesgue a que le cuestionen su nacionalidad saltillense por el uso de un pérfido lenguaje, razón por la cual se ve en la necesidad de encriptar el mensaje de quien, en minutos, dejaba de ser presidente pero que sin embargo seguía siendo veracruzano): ¡Nagio alob ed senoveüg sojih ed atup, ¿dónde carajos está la banda, la banda, cabrones…?!
Tomado por sorpresa, el jefe del Estado Mayor, general Santiago Piña Soria (quien había iniciado su encargo como coronel y en seis años llegó a general de división), apenas alcanzó a balbucir: ¡Ya estamos todos, señor Presidente, sólo faltan don Rogerio y el coronel Serrano!
(Referencias: Rogerio de la Selva, nicaragüense, que fue el secretario particular del presidente durante seis años y antecedente directo de este muy mentado Taibo, que insiste en sus afanes invasores y de infiltración dentro de nuestro gobierno con evidentes como cuestionables objetivos como el de despertar el gusto por la lectura. Carlos I. Serrano, uno de los socios más cercanos al CEO de la inconmensurable empresa recién inaugurada y conocida como la industrialización nacional
.)
Esta singular anécdota no tiene reservados derechos de autor. Todo lector que lo desee está en plena libertad de cambiar los nombres de los protagonistas, las fechas y aun las direcciones de los nuevos domicilios, dándoles la actualidad que considere más pertinente.
Pd. Cualquier mexicano mayor de cinco años puede también, bajo su exclusiva responsabilidad, descifrar las palabras del veracruzano Alemán (no las del idioma alemán), y enterarse del significado de la orden postrera dada por éste al Estado Mayor Presidencial, por él creado. Simplemente lean (¡que se dice leer, no ler, doctor Nuño¡), las palabras al revés: de derecha a izquierda. Allá ustedes. Yo hice lo que pude para guardar la secrecía.
Si yo fuera senador, Paco Ignacio Taibo contaría con mi voto para que, aunque tuviera que cambiarse la legislación, pudiera dirigir el Fondo de Cultura Económica. Más adelante explicaré mis razones, pero anticipo: sus expresiones me parecieron algo más que estúpidas e insolentes. La señora Poniatowska, al defenderlo, lo hundió: no es lo que piensa, sino lo que siente. Platiquemos, pero dejo asentado: no es el único, pero sí de los mejores para dar al FCE, su verdadera razón de ser. Pienso.
Twitter:@ortiztejeda