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Toros

Encierro manso y débil

Sentida faena de Antonio Ferrera a un noble toro de Santa Bárbara

Todo indica que la llamada fiesta brava está en vías de convertirse en fiesta breve

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▲ Salvó la tarde del naufragio total el segundo astado de Ferrera, Abuelo, con 520 kilos, armonioso de hechuras.Foto Cuartoscuro
 
Periódico La Jornada
Lunes 10 de diciembre de 2018, p. a30

Ojalá algún día nos unamos los aficionados y le demostremos a los que se sienten los dueños de la fiesta en México quién manda no asistiendo a un festejo en la Plaza México. Eso no nos haría menos aficionados o menos taurinos, escribió en Twitter Francisco Camino Gaona, hijo del inolvidable maestro sevillano Paco Camino. La penosa realidad es que a los aficionados y al grueso del público taurino de la capital los empieza a unir la indignación y el hartazgo de una oferta de espectáculo de espaldas al toro y a la afición. De ahí que el coso de Insurgentes registrara otra pobre entrada en la quinta corrida de la temporada menos chica 2018-19.

Si a la situación anterior agregamos la mansedumbre generalizada en las ganaderías contratadas y la falta de propósito de enmienda de la empresa, todo indica que la llamada fiesta brava está en vías de convertirse en fiesta breve.

En otro cartel cuadrado o dese-quilibrado hicieron el paseíllo el español Antonio Ferrera –40 años de edad, 21 de alternativa y 37 corridas–, Jerónimo –41, 19 de matador y 28 tardes este año– y Juan Pablo Sánchez –26 años, ocho de alternativa y 13 festejos–, para lidiar un encierro de la dehesa zacatecana de Santa Bárbara, disparejo de presentación, manso, soso y escaso de fuerza, a excepción del noble y alegre cuarto, y uno del hierro de Lebrija, probón y deslucido.

Salvó la tarde del naufragio total el segundo astado de Ferrera, Abuelo, con 520 kilos, armonioso de hechuras, que fue recibido con verónicas y que tras ocasionar un tumbo fue quitado por chicuelinas y larga media. Con ese encuentro su matador consideró que estaba picado y no se equivocó, ya que el burel llegó al último tercio con una embestida clara, alegre y constante que fue cabalmente aprovechada, si bien en tandas de sólo tres muletazos por ambos lados, cuando el ritmo del animal admitía el doble.

Fue un ensimismado trasteo que permitió a Ferrera volcar todo su sentimiento, sobre todo al torear por naturales con la derecha después de clavar el ayudado en la arena y de rematar las series con inspirados desdenes, trincherillas y de pecho. Dejó una estocada entera y trasera y obtuvo las dos orejas.

Ferrera cometió la impertinencia de sugerir al juez que ordenara vuelta al ruedo a los despojos de la res y afortunadamente todo quedó en arrastre lento, pero si los propios matadores quieren premiar la nobleza por encima de la bravura en varas, alguien perdió la brújula. Con su primero, de escaso trapío y transmisión, logró momentos lucidos y recorrió el anillo.

Sus alternantes lo intentaron todo, pero lo deslucido o escasa duración de las embestidas impidió que las faenas tomaran fuerza.