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Mensaje de El Chapo
E

n Nueva York está en curso el juicio de Joaquín Guzmán, El Chapo. Tras su captura por el asesinato del cardenal Posadas, el 23 de mayo de 1993 se fugó. Mediante recursos de alta tecnología, se le capturó sólo dos semanas después. Se fugó nuevamente y se le recapturó hasta nueve años más tarde. Volvió a evadirse y por tercera vez se le detuvo y fue extraditado a Estados Unidos aun en contra de opiniones de un juez federal. La justicia mexicana no lo pudo sancionar y desde la Gran Manzana ahora nos enteramos de asuntos que casi 10 procuradores nuestros no lograron investigar.

En la primera fuga únicamente se le consignó por el presunto acto de evasión de reo Antes de su última aprensión, los casi 10 procuradores que desfilaron por la Procuraduría General de la República nada más pudieron acreditarle, nada más aportaron a las diligencias. Son largos años de fallas de la justicia, ¿Será este el mensaje de El Chapo?

Para su reflexión, esta escandalosa historia tiene dos extremos: El ruidoso y pasajero y el estructural. Este corresponde a preocupaciones que atañen al Estado nacional. En este ámbito cabe subrayar que la virtualidad de nuestro sistema de justicia muestra terribles fallas. Lo lastimoso del caso El Chapo es que no es singular. Desgraciadamente existen casos de impunidad que así lo sustentan. No se promueven los debidos actos de justicia o se hace mal, por incompetencia, negligencia o corrupción. Así de simple.

Dentro de las causas que llevaron a AMLO al poder, está la impunidad del delito. La opinión pública que recién la atribuía a la corrupción. Sin abandonar esa razón, que es justa, la sociedad viene convenciéndose de que a la corrupción la acompaña la insuficiencia numérica y la ineptitud policial, ministerial y judicial. Ni son suficientes ni son eficientes y sí, frecuentemente son corruptos. Eso revela que nuestro drama es inmenso. Las innovaciones anunciadas en los campos de la seguridad pública poco lograrán sin una justicia virtuosa.

Después de ocho años de ensayo para implantar un nuevo sistema de justicia y dos de su vigencia, los resultados son reprobatorios. De cara a esta dramática verdad es que se evidencia lo complicado para que nuevas leyes, fiscales y jueces sean la solución. Pronto tendremos al primer fiscal general de la República, la situación que le espera es poco alentadora. El sistema de justicia está derrumbado, lamentó el ministro Cossío Díaz a un paso del retiro.

Vale dolernos de estar ante el peligro de que todo siga igual. Habrá leyes renovadoras y un acreditado fiscal, lo que no habrá, ni por magia, son estructuras confiables. Las leyes que vengan, su fiscal y los planes de seguridad y justicia, toparán con el mismo muro que otras innovaciones: organizaciones colapsadas por la insuficiencia, ineficiencia y corrupción. Ese es el contundente mensaje de El Chapo.

Un país sin un sistema de justicia confiable se torna ingobernable. Se lesiona a la sociedad al no proteger sus intereses y consecuentemente, como se ha visto con las autodefensas de Guerrero y Michoacán, se abrirían espacios para que ella asuma su protección. Declina la gobernabilidad del país al mermar al gobierno los recursos esenciales de la legitimidad y la legalidad de sus actos y se propicia gobernar con discrecionalidad. Ante la perturbación, la majestad del Estado desaparece y se acabará de perder o pervertir el monopolio del uso de la fuerza y con ello un recurso esencial del Estado para su gobierno.

Hay fuerzas que pugnan porque la nueva fiscalía corresponda a sus fines. Pesa en contra de una solución provechosa que la justicia suele ser un botín. Toca al Presidente, a los legisladores y a la opinión social el impedirlo.

Poner un acento emocionado a toda preocupación por el futuro de la justicia no es un privilegio de juristas o altos políticos. Es un problema de todo habitante del país y por ende nos da a todos el derecho a expresar nuestras inquietudes.

Es indispensable alentar la esperanza en que las nuevas leyes y buenos funcionarios sean competentes ante el problema de la insuficiencia, ineptitud y corrupción de la justicia, sí, pero aún ellos no resultarán si no se renueva a las estructuras y de ello poco se habla. Una Fiscalía General de la República, a cimentarse sobre los escombros de la PGR nada promete.

La duda conclusiva es: ¿habrá quién conciba un medio para distinguir entre lo actual y lo deseable y cómo salvar la brecha que los divide? De no haberlo el país se estaría suscribiendo a la barbarie como método de resolver toda controversia con el derecho.

La tortuosa historia de El Chapo es el mensaje de una larguísima secuencia de fracasos y parece advertirnos hacia a donde apunta el futuro y así nos ha dado una lección amarga: la justicia en México es endeble e inconfiable. Situación muy alarmante.

Me duele hasta el alma ver a nuestra patria suave desmoronarse *

* Carta de Fernando del Paso a José Emilio Pacheco.