Miércoles 13 de marzo de 2019, p. 5
Oculta en el día, al caer la noche, cuando cierran los comercios emerge una colorida galería sobre avenida 20 de Noviembre y Eje Central.
Las cortinas como párpados dormidos despliegan miradas y rostros de grafitis efímeros que el fotógrafo Héctor González Jiménez ha fijado con su cámara y que ahora se muestran en El Colegio Nacional.
‘‘Debemos recordar la importancia de tomar las calles, dejar una huella de protesta o de belleza”, expresó el escritor Juan Villoro durante la inauguración de la exposición Cerrado (imágenes trabajando), que concluirá el 29 de marzo.
Dijo que los cuadros hechos con aerosol se despliegan cuando parece que las tiendas no quieren ser vistas y dejan de ofrecer mercancía, ‘‘de alguna manera a traición alguien las atrapa”. El arte rebelde y espontáneo deviene duradero.
Villoro opinó que el proyecto del Fideicomiso del Centro Histórico para que grafiteros se apropiaran de las cortinas cerradas revela que hay algo más importante que el consumo. ‘‘Una de las grandes tragedias de esta ciudad es que cada predio de importancia que se libera se convierte de inmediato en un centro comercial; así ocurrió con el parque deportivo del Seguro Social, con el Estadio Azul y pasará con muchos otros lugares. Sin embargo, los habitantes de esta ciudad podemos demostrar que hay algo más importante que comprar cosas”.
Recorrido antes del trajín
Sentado frente al teatro Blanquita llegó el encuentro del fotógrafo Héctor González con figuras de la farándula, Chavela Vargas y Javier Solís. El deterioro, cuenta, fue lo que le llamó la atención de los grafitis que comenzaban a desaparecer vulnerados por el tiempo. Entonces recorrió y capturó en película de 35 milímetros más de 130 cortinas, muy temprano, antes del trajín en el Centro Histórico. Otros establecimientos sólo ofrecen abandono.
Entre los pasillos del antiguo edificio en Donceles 104 se recrea un mosaico callejero. Frida Kahlo con la vista vacía, Edgar Allan Poe atribulado, los zapatos de pachuco en el Salón México, son algunas imágenes ubicadas entre patios y arcos de cantera en El Colegio Nacional. Casi 50 fotografías a color de gran formato.
Héctor González Jiménez, de 68 años, debutó profesionalmente en 1973, cuando la revista para caballeros Él cedió ocho páginas para que voluptuosas mujeres fueran sustituidas por imágenes de muros de Ciudad Universitaria, con pintas de rebeldía y demandas que dejó el movimiento estudiantil de 1968.
Desde entonces, como un arqueólogo del paisaje urbano, rescata propaganda electoral, el arte callejero y la transformación de la ciudad. Recientemente se ha dedicado a observar chatarra petrificada. Su instrumento es su cámara Réflex, pues sigue creando imágenes análogas. No ha podido comprar una digital, así que sigue trabajando como antaño; ‘‘fuimos bautizados con Dektol”, dice de su generación, que olía a líquido de revelado y vivía entre la luz roja del cuarto oscuro.