Los muros de agua continúan, pero no más historias de tortura
Lunes 18 de marzo de 2019, p. 5
Islas Marías. Ciento trece años nueve meses de leyendas y acontecimientos. Son 45 mil historias que contar de internos en la colonia y después complejo penitenciario que tuvieron las Islas Marías. Zonas de castigo, abusos y tortura; edificios mal planeados y otros inutilizados por los estragos del paso de un huracán.
Flora y fauna endémica, paisajes únicos y objetos que transportan a diferentes etapas del siglo XX dentro de la única prisión mexicana bajo el esquema de semilibertad. Panorama que describe en su obra Los muros de agua el escritor dos veces recluido en las Islas Marías entre 1932 y 1935, José Revueltas.
Para llegar a la isla María Madre, donde se encuentra ahora el Centro de Educación Ambiental y Cultura –próximo a ser visitado por estudiantes con mejor promedio– se necesita navegar por siete horas saliendo por la octava Zona Naval en el puerto de Mazatlán.
A más de un siglo del decreto firmado por el entonces presidente Porfirio Díaz, el actual titular del Ejecutivo, Andrés Manuel López Obrador, puso fin al centro penitenciario por dos motivos: la violación a los derechos humanos de los menores que vivían ahí con los sentenciados y la devastación que dejó el paso del huracán Willa el 23 de octubre de 2018.
De 2 mil a 3 mil millones de pesos ascienden los daños causados por el huracán. Como ejemplo, parte del muelle quedó destruido y el sistema de videovigilancia del complejo fue destrozado.
Al caminar por Puerto Balleto se aprecia que Willa acabó con la biblioteca, la dirección administrativa, la dirección general, dañó el auditorio y la sala audiovisual.
Los más de 500 internos ya fueron reubicados a otros penales federales tras el decreto presidencial que cierra el ciclo del complejo, pero la mayoría de los custodios y el personal administrativo del Órgano Administrativo Desconcentrado de Prevención y Readaptación Social quieren continuar en Islas Marías, por eso el comisionado Francisco Garduño Yáñez prepara la transferencia de esos servidores públicos a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), que se encargará del centro de cultura.
Entre las personas privadas de su libertad y que fueron reubicadas está el padre de Álvaro, el niño de cuatro años que le pidió al presidente López Obrador que le regresara a su papá… y se le cumplirá, ya que, de acuerdo con el comisionado Francisco Garduño, el interno podría ser liberado próximamente e incluso el menor entraría a un programa establecido por la Secretaría del Bienestar para tener –al igual que los otros niños y familias que estaban en Islas Marías– una beca escolar y sus progenitores un crédito de vivienda.
La imagen de Nelson Mandela –quien estuvo recluido en una isla en Sudáfrica– es parte de la historia del complejo. Internos han dejado plasmadas sus habilidades en murales. Está el caso de Juan Lara, quien pintó al escritor José Revueltas.
Ángel Vallarta pintó el mural El origen del hombre, donde el bien y el mal siempre influyen
; cinco internos pintaron otro para conmemorar las reglas Mandela, con motivo del 110 aniversario de la isla.
Pero ya preparan un mural de Andrés Manuel López Obrador. Al frente está un ex interno de nombre Javier Colmenares, quien se encargará de la obra que estará en el salón de usos múltiples.
El complejo estaba dividido en cuatro Centros Federales de Readaptación Social (Ceferesos): Aserradero, donde estaban los internos próximos a compurgar sentencia; Bugambilias, sitio para convivir entre la familia; Morelos, con internos enfermos y de edad avanzada, y Laguna del Toro, que cuenta con un módulo de máxima seguridad.
Hasta el último día de pase de lista del que se tiene registro, el 8 de marzo, cuando fueron trasladados a otros penales, en el Cefereso Morelos había dos internos sin localizar, es decir, no se encontraban al momento de la asistencia. Las autoridades desconocen dónde se encuentran; además, ese día fueron decomisadas puntas fabricadas por los propios presos.
Avanzando al otro Cefereso de nombre Laguna de Toro, se aprecia una edificación diferente a las otras prisiones de Islas Marías. Se trata del módulo C3 considerado de máxima seguridad. Fue aprobado durante el gobierno del presidente Felipe Calderón, pero en realidad jamás funcionó para lo que se había planeado.
De acuerdo con Jesús Francisco Martínez, oficial en prevención penitenciaria, se terminó de construir en 2013 y tiene una capacidad para 512 internos, pero en la actualidad sólo había 18, quienes estaban ahí por voluntad propia (previa autorización del juez) ya que en sus módulos tenían problemas con otros internos y preferían estar aislados para no tener alguna confrontación.
Detrás del hospital rural del Instituto Mexicano del Seguro Social se encuentra el panteón. Ahí yacen los restos de Juan Manuel Martínez Macías, El Padre Trampitas, sacerdote voluntario que estuvo ahí por 37 años y que se hizo amigo de los reos más peligrosos; los de José Ortiz Muñoz, El Sapo, uno de los asesinos más sanguinarios del siglo pasado, así como los de la dueña de la Isla María Madre, Gila Azcona, viuda de Manuel Carpena, quien en enero de 1905 habrían vendido al gobierno de Porfirio Díaz ese territorio en 150 mil pesos.
Las zonas de castigo sí existían en Islas Marías. Siguiendo todo el camino de terracería se tiene una de las mejores vistas panorámicas del puerto de Balleto: el faro.
Sin embargo, no todo es encanto. Ahí se aprecian unas ruinas que entre los años 1940 y 1950 fueron utilizadas como casas de castigo para los internos contra los que debía ejercer más presión. Condiciones infrahumanas que te transportan a aquella época, como el apando, que continúa ahí todo oxidado, pero que mantiene su estructura bien definida.
Castigos, maltratos y torturas eran frecuentes a principios del siglo pasado en Islas Marías. Se cierra un ciclo y los muros de agua
permanecen, pero ahora como nombre que lleva el centro de educación ambiental y cultural.