De otra tecnología
os insuperables equipos en materia de andamios calcularon, mediante informática de última generación, las distancias, pesos, seguridad y tiempos para el mantenimiento del techado posterior y la aguja de la catedral Notre Dame de París. Pero la computadora no les dijo nada sobre el entorno en el que trabajarían, no les informó que la madera real y el alquitrán son combustibles que se encienden por dentro cuando una chispa rebelde los penetra como polilla y nadie la ve sino demasiado tarde. Ocurrió la desgracia irreparable por desprecio a los sistemas de ensamblado para andamiaje como los que se aprendían con el Meccano, no por las colillas de obreros muy probablemente migrantes, sino por llevar la última tecnología con fuentes de chispas eléctricas a la techumbre. Como sea, los soberbios expertos en informática ya se aprestan a recurrir a ésta para reparar (?) el daño.
Cuando la tecnología inventó la inteligencia artificial que supera en precisión y años luz la velocidad de una inteligencia humana, levantó un reto en un solo sentido, el que ha conducido ya demasiadas generaciones de jóvenes en el mundo a tratar de ser ellos los dueños de la artificial inteligencia, pero no para inventar tecnologías apropiadas a la vida en general, sino para beneficiar al capital privado en despiadada carrera contra lo humano. Y no exageramos, pues las tecnologías de punta no previeron el basurero en que convertirían el planeta con especial deterioro de la vital agua, y si bien calcularon rendimientos extraordinarios en los monocultivos, empobrecieron la tierra y hambrearon pueblos, mientras, aplicadas en la agroindustria, sacaron comestibles que quitan el hambre pero enferman masivamente, e inventaron para ello medicamentos con efectos colaterales contra la salud. La informática hipnotizó a los consumidores con aparatos que, si no son constantemente renovados, hunden en la depresión al usuario, sin contar con que rompió la estructura de las relaciones sociales y penetra cada vez más en las deshechas entrañas de la sociedad para convertir a la humanidad en un conjunto de dóciles rebaños, pastoreados por la soberbia y la ganancia. Pero no crea el lector que la que escribe esto desea volver a la Edad Media.
Debemos, por el contrario, exigir se contextualice el papel de la tecnología en un marco humano, con lo irreproducible de nuestras percepciones sensoriales, fuente de emociones vinculadas a experiencias individuales y colectivas, que construyen las bases éticas y estéticas de cada vida y sociedad. Un marco que permita todas las posibilidades individuales en el insustituible compromiso con los otros. La tecnología sólo debe servir para el mayor bienestar material y espiritual de los seres humanos, los jóvenes no sólo deben aprender a saber hacerla sino, antes, aprender a saber por qué la hacen. Reclamemos el control de las tecnologías, impidamos sus consecuencias maléficas, desde las armas convencionales hasta las nucleares, pasando por los transgénicos en alimentos y los empaques para estos.