Madrid. La obra de Nacho López, uno de los grandes fotógrafos mexicanos del siglo XX, nunca se había visto en España. A pesar de su importancia y el valor histórico y artístico de su quehacer fotográfico, apenas se le conoce en Europa, donde sólo se le dedicó una exposición hace más de una década en París.

El Instituto de México en España muestra una breve pero bien seleccionada retrospectiva del artista, en la que el espectador puede acercarse a todas las facetas del inquieto y polifacético Nacho López; su fotografía testimonial, su obra más experimental, sus reportajes basados en secuencias provocadas o su trabajo netamente periodístico.

La exposición de Nacho López es impulsada con la supervisión y selección de Alberto Tovalín y José Antonio Rodríguez, los curadores responsables de la gran muestra de 2016 en el Palacio de Bellas Artes, en la que se pretendía sacar del olvido del gran público a un fotógrafo que se sitúa entre los cinco grandes del siglo XX, a un lado del maestro Manuel Álvarez Bravo.

Para la exposición el la capital española se eligió en Instituto de México y se contó con el apoyo de la responsable del área, Mónica Sotos.

Nacho López: fotógrafo de México se enmarca en el festival PhotoEspaña de esta edición y consta de 75 fotografías y aportes técnicos en los que se ve su interés por la experimentación permanente, por captar el influjo de la realidad al mismo tiempo que con su trabajo evoca a la modernidad en ciernes, la transformación de una sociedad que vivía –y vive– en permanente cambio.

Nacho López se llamaba en realidad Ignacio López Bocanegra; nació en Tampico en 1923, pero su vida profesional la desarrolló en la Ciudad de México, donde murió en 1986. Su trabajo periodístico lo realizó en varios medios, en los que colaboraba libremente y sin ataduras, como la revista Siempre! o los periódicos Hoy y Mañana. Laboró en el cine y tuvo profunda vocación por la fotografía experimental, convirtiéndose en personaje con intereses de la literatura a la historia del arte y el pensamiento crítico.

La exposición se inicia con un pequeño texto que escribió para una exposición de Nacho López en 1955, el maestro Álvarez Bravo, quien a pesar de que era poco dado a la escritura decidió hacerlo para celebrar la obra de su colega. Ahí advierte: ‘‘La necesidad imperiosa de decir, de expresar algo en la fotografía, provee a Nacho de la base indispensable que los teorizantes llaman contenido, más bien dicho, le produce la conciencia de que la fotografía, manejada por un ser pensante que se sirve de instrumentos más o menos exactos, es un lenguaje y él ha sentido la responsabilidad de lo que dice”.

En Madrid Tovalín y Rodríguez explicaron a La Jornada la importancia de rescatar a López del olvido, sobre todo para las nuevas generaciones, que les permite conocer a un fotógrafo esencial para entender la historia contemporánea de México. Rodríguez apuntó: ‘‘Nacho López era experimentador, pues decía –y estaba convencido de ello– que la fotografía es un elemento plástico como una pintura o una escultura que puede ser modificada. Y él lo hace después de 110 años porque la fotografía nació con el estigma de verdad, de la realidad, de la exactitud y eso no es cierto. Y él va mucho más allá”.

Tovalín añadió: ‘Era fundamental rescatar a López para nuevos públicos, los jóvenes; eso ha permitido acercar su obra a las nuevas generaciones. Para nosotros eso es muy importante, así como difundirlo en Europa, en España, donde nunca se había expuesto su obra”.