El viacrucis aún no termina
Esperan otra oportunidad para tratar de llegar a EU
Martes 4 de junio de 2019, p. 5
Suchiate, Chis., Un desfile de autobuses transita por el puente internacional que separa a México de Guatemala. Las unidades van a tope. Por las ventanillas se observa a los pasajeros. Su semblante transmite desánimo, resignación, tristeza. Se trata de los migrantes centroamericanos que son retornados por vía terrestre a sus naciones de origen.
En los primeros asientos viajan agentes del Instituto Nacional de Migración (INM), quienes acompañan el proceso hasta bajar al último migrante a bordo. En la ciudad de Tecún Umán, Guetamala, los camiones se internan un poco más de un kilómetro, hasta una estación de las autoridades de ese país para recibir a sus ciudadanos deportados. Casi todos andan ya sin pertenencias, las perdieron durante su periplo en México o a lo largo de su estancia en las estaciones migratorias.
Es una escena habitual. Nadie se sorprende al paso de los autobuses. Es lo común
, dice un operador de un mototaxi del lado guatemalteco. Y lo normal
también será que muchas de esas personas devueltas
–como los llaman autoridades migratorias mexicanas– intenten internarse de nuevo, con un sencillo viaje en una improvisada balsa sobre el río Suschiate que sin problema alguno y por un módico costo de 10 quetzales o 25 pesos cruzan una y otra vez a cientos de personas al día hacia ambos lados de la frontera.
Las cifras
De acuerdo con datos del INM, tan sólo en los primeros cinco meses de 2019 se registró la devolución a sus países de origen de 52 mil 994 extranjeros que transitaban por México de manera irregular, la gran mayoría son procedentes de Guatemala, El Salvador y Honduras.
En la frontera sur hay un tránsito habitual de personas y mercancías, regular e irregular. Para los mexicanos es fácil salir del país por este lugar. Aunque se advierte que no hay salida ni regreso sin pasaporte, basta con que muestren su credencial de elector para pasar al lado guatemalteco y, sin problema alguno, retornar a México. Los centroamericanos requieren de la tarjeta verde
que les otorga el INM.
En el borde de Guatemala la revisión fronteriza es aún más laxa. Por un error, algunos de los integrantes del equipo de la Misión de Observación de Derechos Humanos de la Crisis de Refugiados y Humanitaria en el Sureste de México –que realizó actividades en parte de la ruta migratoria del 29 al 31 de mayo– no sellaron su pasaporte al entrar a territorio del vecino país sureño.
Por varias horas recorren varios sitios de Tecún Umán y se entrevistan con diversos personajes. Después regresan a Ciudad Hidalgo, México, y al intentar salir de Guatemala se advierte que no pasaron por migración. Se les da apoyo, les sellan los documentos como si en ese momento estuvieran ingresando al país y se les pide regresar media hora después para recibir el sello de salida.
Pero el muro invisible
, como lo llaman las organizaciones que conformaron la misión, no está en la línea fronteriza, sino a todo lo largo de varios municipios de Chiapas, donde existen decenas de retenes para detección, detención y deportación de migrantes.