l pasado 2 de junio se desarrolló la jornada electoral que dirimía dos gubernaturas, ayuntamientos y algunos congresos locales. Se puede afirmar que hay un avance constante de Morena como la primera fuerza política en el país al ganar las dos gubernaturas en juego, lo cual es cierto, pero hay circunstancias que requieren de un análisis más pausado y, sobre todo, que busque explicaciones.
Mención especial merece la elección extraordinaria del estado de Puebla. La entidad ha tenido cinco gobernadores en el lapso de un año: Antonio Gali (1), quien entregó el poder a Martha Éricka Alonso (2), quien después de gobernar 10 días falleció. Por ministerio de ley la sucedió Jesús Rodríguez Almeida (3) y, con posterioridad, el Congreso nombró al gobernador interino Guillermo Pacheco Pulido (4), quien entregará el poder al gobernador constitucionalmente electo, Luis Miguel Barbosa (5).
El dato numérico es fiel reflejo de la volatilidad política que ha vivido Puebla, pues a ello habría que sumarle la violencia política del proceso electoral de 2018 –por lo menos 70 paquetes electorales robados y cinco personas fallecidas en la jornada–, el gran conflicto poselectoral que dirimió el Tribunal Electoral de Poder Judicial de la Federación y una nueva campaña en 2019 que estuvo marcada por la polarización política, las descalificaciones y la guerra sucia.
La pregunta fundamental giraba alrededor de la ciudadanía, si en realidad vería la jornada electoral a la gubernatura como una fiesta democrática o como la oportunidad de que se desahogara un trámite que pusiese fin a un periodo de crispación política. Pasó lo segundo: sólo votó 33.41 por ciento de las personas inscritas en el padrón electoral, significando por lo menos 66 por ciento de abstencionismo en el estado.
Las elecciones llevadas a cabo en 2018 –que ciertamente coincidieron con las presidenciales y ello siempre genera mayor participación ciudadana– rompieron récord en Puebla, pues participó 67 por ciento de la lista nominal. Pero de igual forma, si vamos al proceso de 2010 donde fue elegido Rafael Moreno Valle, se registró una participación de 57 por ciento, en tanto que en 2004, cuando salió elegido Mario Marín, hubo una participación de 55 por ciento. Es decir, por mucho estamos frente a los comicios que menor participación ha tenido el estado en por lo menos las dos pasadas décadas.
Puebla cuenta con el quinto padrón electoral más cuantioso en el país. Está compuesto por poco más de 4 millones y medio de electores; la coalición victoriosa –Morena, PVEM y PT–, encabezada por Miguel Barbosa, ganó con 685 mil 428 votos, lo que significa 14.99 por ciento de la lista nominal. Es decir, sólo 1.5 de cada 10 poblanos votaron por quien gobernará Puebla el siguiente sexenio. Situación distinta a lo que sucedió en algunos municipios poblanos como Ahuazotepec, Cañada Morelos, Mazapiltepec de Juárez, Ocoyucan y Tepeojuma, que su participación osciló entre 57 y 74 por ciento para la elección extraordinaria de presidentes municipales. Habría que preguntarse cuál es la razón de este enrarecido comportamiento en dichas localidades.
Si comparamos los votos obtenidos por Morena en las dos pasadas elecciones (2018 y 2019), es preciso destacar que en las más recientes obtuvo 41 por ciento menos de los votos. Ciertamente, algo similar pasó con el PAN, que obtuvo 37.6 por ciento menos, y ambas bajas se deben indudablemente al abstencionismo. Esta circunstancia le da aún más relevancia a la alianza partidista con la que fue Morena a la contienda, pues los únicos dos partidos que obtuvieron más votos en 2019 –en comparación con 2018– fueron el PVEM, que creció en 65 por ciento, y sobre todo el PT, que obtuvo 51.69 por ciento más de votación.
En resumidas cuentas, Morena ganó, pero perdió en comparación con el año pasado, pues además habría que agregar que los cinco distritos de la zona conurbada Puebla-Cholula, con los que había ganado carro completo en 2018, ahora fueron en su totalidad para la coalición que encabezaba Enrique Cárdenas; es decir, la zona metropolitana que hoy gobierna Morena no votó por ellos.
El papel que jugó el PRI con su candidato Alberto Jiménez Merino merece analizarse, pues la suma de sus votos y los de la coalición del PAN-PRD-MC habría derrotado al candidato de Morena. Al igual que en la contienda federal de 2018, el PRI benefició más a Morena restándole votos a la otra coalición. Sin embargo, el tricolor no fue tampoco el gran perdedor, pues obtuvo 4 de los 5 municipios en pugna.
Morena gana Puebla, pero con una fuerza electoral que no fue aplastadora como se preveía. Un año de ambivalencia política marcado por la violencia, la disputa, la polarización y la descalificación entre los actores políticos sin duda alguna generó un desgaste en las y los ciudadanos que no participaron cuantiosamente en la jornada electoral. Es un ejemplo más de la distancia que se puede generar entre los políticos y la ciudadanía. Este sin duda será uno de los primeros retos de Miguel Barbosa.
Es importante señalar que esta significativa abstención de la ciudadanía no es excluyente de otros estados, pues en Baja California la participación fue de 29.95 por ciento para gobernador, ayuntamientos y diputaciones, mientras que en estados donde se llevaron a cabo elecciones intermedias, la participación fue de 45 a 22.15 por ciento, siendo Aguascalientes el que menos sufragios obtuvo.
Resulta interesante que ahora Morena gobernará una buena franja de la zona centro y sur del país: la Ciudad de México, Morelos, Puebla, Veracruz, Tabasco y Chiapas. En todos estos estados cuenta con la mayoría en los congresos locales, por lo que los resultados del ejercicio de gobernar, junto con los desgastes propios de ser gobierno, serán fundamentales para las elecciones intermedias de 2021.
* Rector de la Universidad Iberoamericana de Puebla