l ataque a dos petroleras –una noruega, la otra japonesa– en el Estrecho de Ormuz hizo resurgir el peligro de una guerra en Medio Oriente. Estados Unidos presentó de inmediato un video que no permite ninguna conclusión y acusó a Irán de colocar minas magnéticas en las naves agredidas, pero el comandante de la nave japonesa atacada, Yukata Katada, declaró que: nuestra tripulación dijo que vio un objeto volador
(https://nyti.ms/2MNzZ8F).
Además, la nave nipona fue incendiada el mismo día de la visita del primer ministro japonés Shenzo Abe, tras 41 años de congelamiento de las relaciones entre Irán y Japón, y éste es gran comprador de petróleo iraní, que necesita para seguir siendo potencia frente a China. Esa coincidencia excluiría por sí sola a Irán que no cometería una provocación tan grosera y tan lesiva para sus intereses.
El principal sospechoso es Estados Unidos, pues en 2015 Trump desconoció el Plan Integral de Acción Conjunta (PIAC) que permitía a Irán desarrollar su industria nuclear con fines pacíficos bajo control internacional, cosa que hasta hoy ha continuado haciendo, a pesar del bloqueo unilateral de Estados Unidos que muchas compañías europeas, como la francesa Total, acatan.
El demente que ocupa la Casa Blanca –y sus asesores que lo impulsan a la guerra– también acaricia hace rato la idea de que la guerra contra Irán podría darle una segunda presidencia porque en Estados Unidos Irán no es nada popular, ya que muchos recuerdan las humillaciones de la toma de la embajada en Teherán o el sangriento atentado de 1983 contra los marines en Beirut. Trump piensa así golpear también a la Unión Europea, que quiere destruir, y a China y Rusia, que no quieren la guerra en Medio Oriente, pero no pueden abandonar a Teherán.
Sin embargo, la mayoría de los estadunidenses quiere paz y el Pentágono está exigiendo prudencia porque Irán tiene el doble de la población que Irak –de donde Estados Unidos tuvo que retirarse con la cola entre las patas– y no es posible ocuparlo sin una larga guerra muy costosa en pérdidas humanas que resultarían políticamente intolerables en el país de Trump.
¿Quién otro tendría interés en desatar una guerra en Medio Oriente? ¿Un ala loca
de los Guardianes de la Revolución iraníes, que nunca ocultó su deseo de una guerra con Arabia Saudita e Israel? Pero no tiene apoyo ni en la sociedad iraní que desea paz ni entre los capitalistas iraníes, deseosos de reanudar las importaciones, ni el de los ayatollahs y los altos mandos.
Israel, en cambio, teme los efectos del triunfo militar y político del gobierno sirio sobre el llamado Estado Islámico armado y financiado por Arabia Saudita, las monarquías árabes y Tel Aviv. La victoria del gobierno de Bashir al Assad fue obtenida gracias al apoyo ruso, de Irán y sobre todo de Hezbollah, que es sostenido y financiado por Teherán y reforzará política y moralmente a los vencedores. Netanyahu, para enterrar los múltiples procesos por corrupción que está enfrentando en Israel mismo, podría haber decidido provocar la guerra para ajustar cuentas con Hezbollah y Siria con el apoyo de Donald Trump, su asesor de Seguridad, el belicista John Bolton y Mike Pompeo.
Por su parte, Vladimir Putin continúa hoy en Medio Oriente la geopolítica de Stalin, quien a su vez aplicaba la de los zares y Rusia es una potencia regional pues tiene hoy tropas y bases navales y militares en Siria y busca en la región un statu quo favorable a sus intereses mediante acuerdos con la dictadura de Erdogan y frenando a Hezbollah para que no ataque a Israel. Precisamente por su papel y sus intenciones en la región, no podría dejar de intervenir en una guerra contra Irán, a diferencia de China que tiene aspiraciones comerciales planetarias y necesita paz en su ruta de la seda y por eso no manda soldados ni armas a Irán.
Hoy, China, Rusia, la Unión Europea, la ONU y el mismo Japón piden moderación y prudencia a Estados Unidos, pero Arabia Saudita y las monarquías del golfo Arábigo arrojan gasolina al fuego asociándose a las acusaciones estadunidenses porque Irán declaró no hace mucho que si le impiden exportar petróleo nadie pasará por el Estrecho de Ormuz, lo cual paralizaría sus exportaciones, provocando así una gravísima crisis económica y una guerra que afectarían a todo el planeta.
Los chantajes permanentes y las provocaciones de Washington, como el dron derribado por los iraníes, deben ser rechazados y condenados por todos los países. Recordemos que un presidente estadunidense hizo volar una nave de guerra de su país –el Maine– para iniciar la guerra contra España que le permitió ocupar Cuba, Puerto Rico y Filipinas; otro dejó que los japoneses destruyesen su flota en Pearl Harbor para lanzar su nación a la guerra mundial y un tercero hundió una lancha patrullera estadunidense en el golfo de Tonkín acusando al Viet Mihn para mandar 500 mil soldados a Indochina. De Washington sólo se puede esperar lo peor.