El totalitarismo está en todos lados y nos vuelve personas sometidas; es una esclavitud moderna, dice el escritor
Sábado 29 de junio de 2019, p. 2
Los gobiernos conocen el poder del arte y la cultura, por eso reducen los presupuestos y de esa manera no tienen que enfrentar sociedades críticas, considera el escritor y activista Koulsy Lamko, nacido en Chad en 1959.
El dramaturgo participó el jueves en la inauguración del segundo Foro Internacional de Megaciudades, en el que se abordan temas como feminicidios, violencia, límites territoriales y sociales durante cuatro jornadas en el auditorio Jaime Torres Bodet del Museo Nacional de Antropología, que hoy concluye.
Koulsy Lamko vive en México desde hace 16 años. Antes de llegar al país estuvo en Ruanda, donde trabajó con sobrevivientes del genocidio, tiempo en el que dejó su trabajo de escritor y, sin embargo, ‘‘fueron los años en los que pienso que he dado un sentido a mi vida; fueron años de angustia, no sabía si entrarían en la noche a mi casa y me matarían, pero al mismo tiempo la fuerza de las cosas que estábamos haciendo en común: mujeres tocando tambores cuando estaba prohibido para ellas y ahora dan conciertos en Nueva York o un huérfano que participó como actor en una serie de televisión y que ahora tiene un cibercafé.
‘‘Eso es algo que no se puede cuantificar pero ese tiempo rindió frutos”, sostiene en entrevista el autor de Nosotros, los otros, los alucinados en el azul NO somos Africanistas. Lamko no vende sus libros, los regala. ‘‘Los imprimo cuando tengo dinero y los regalo, porque creo que la cultura no debe venderse.”
Llegó a México en abril de 2003 para dedicarse de nuevo a la escritura. ‘‘Las cosas no eran como ahora. Había todavía alegría y a veces las tardes de los viernes estaba con mis alumnos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) que se quedaban hasta las 2 o 3 de la madrugada conmigo, compartien-do, leyendo a veces poesía o to-cando, pero ahora no es posi-ble, cada uno se va corriendo.”
Sin embargo, lo que se está viviendo aquí ‘‘no es específico de México: creo que las contradicciones del sistema capitalista nos llevaron a un estado en el cual el caos es generalizado. Los asesinatos de mujeres, los feminicidios, por ejemplo, pasan también en Congo, se violan mujeres, ya no se tiene respeto a la fuente de vida, y también ocurre en el norte de Nigeria, y en países desarrollados como Francia, donde ahora cada dos días se asesina a una mujer. Se trata de un caos sistémico, provocado’’.
–En todo este caos, ¿qué papel juega el arte. Sirve de algo, no sirve, soñamos?
–Hace 20 años hice una obra que se llama Cuerpos y voces, palabras, risomas, y tenía el dilema al final de tirar el texto para decir que el arte no sirve para nada o guardarlos para decir que sí puede servir de algo. Decidí guardar los textos y creo que sí: el arte en este caos puede servir de sepultura simbólica de los que van así, de los que son llevados para morir o matar.
‘‘Tiene también esta función catártica para los sobrevivientes. He visto todo el trabajo que hemos hecho en Ruanda con los sobrevivientes que poco a poco han recuperado zonas de emoción y las ganas de seguir viviendo y que cuando regreso y encuentro a esta gente, inicialmente apagada y que les veo vivir y con proyectos y todo eso, digo pues sí el arte ha contribuido en algo.”
–¿Cómo hacer entender a los gobiernos, no sólo al de México sino en general, esta parte esencial del arte?
–No sé si hay que hacerles entender. Lo que creo es que lo entienden muy bien y saben que el desarrollo artístico fortalece el tejido social, el sentido crítico, el tejido social.
‘‘Los gobiernos se están volviendo totalitarios bajo el dictado del mismo capitalismo que volvió muy inhumano.
‘‘Los gobiernos saben muy bien por qué no dan presupuesto a la cultura y al arte, porque lo que quieren es que estemos borregueando, que no haya un espíritu crítico, que estemos bajo presiones diferentes: económicas, el desempleo, la obrerización, todas estas cosas que permiten al ser humano estar tan inseguro que se le puede imponer cualquier cosa.
‘‘Estoy bien seguro que es a propósito que no se apoye al arte. En Europa también se cortan los presupuestos al arte. El totalitarismo está en todos lados con lo que nos vuelve gente bien sometida, gente borregueando, y así creo que llegar a este tipo de esclavitud moderna en la cual estamos todos.”
‘‘En muchos países africanos, había un Ministerio de Cultura, pero no tenía presupuesto y se encargaba sólo de llevar a bailarines y cantantes tradicionales a la capital, cuando el presidente recibía a sus pares. Eso es lo que veían como cultura.
‘‘Es decir que los políticos saben utilizar a la cultura, pero cuando saben que puede voltearse –porque es un poder para contradecirlos–, entonces está la censura: la más fácil es no dar recursos, espacios, volver las cosas tan difíciles que los creadores, ellos mismos, entran en un tipo de autocensura y de apatía. Hay que seguir luchando, creer en lo que hacemos. Hay una canción que se llama Le chant des partisans, que cantaban los integrantes de la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial en Francia. Amigo, si caes otro tomará tu lugar. (Ami, si tu tombes un ami sort de l’ombre à ta place).
‘‘Hay que seguir silbando enla noche. Así la libertad también escucha.”