l barrio de Tacuba, originalmente denominado Tlacopan, guarda rica historia. Fue un destacado señorío que estuvo sometido a los tepanecas de Azcapotzalco del que se liberó al aliarse con los de Tenochtitlan y Texcoco en la Triple Alianza. Aunque ha padecido la severa destrucción de la mayoría de sus construcciones relevantes, sobreviven algunas dignas de mención.
Hoy vamos a hablar del Pensil Mexicano, quizás el último vestigio de las antiguas fincas de recreo del siglo XVIII. En español antiguo pensil significa jardín. Por esa época se puso de moda entre las familias opulentas construir casas de descanso en las afueras de la ciudad para mudar de temperamento
.
En el número 84 de Lago Chiem se levanta una vieja barda de piedra con elegantes remates y una puerta de madera ruinosa con un marco de cantera, con una inscripción que reza Pensil Mexicano
. Al analizarlo detenidamente se advierte que debajo de esas letras decía Pensil Americano
. Se dice que lo cambiaron a raíz de la invasión estadunidense de 1847.
Al levantar la vista se advierte un primoroso remate barroco coronado por un marco de piedra que algún día albergó un escudo nobiliario. Es muy probable que se haya destruido después de la Independencia para no dejar huella del pasado español.
Tristemente el espacio está cerrado; lo custodia un gran perro feroz que ante la más leve intención de asomarse por los orificios del portón ladra amenazante. No queda más que admirarla a lo lejos. Entre el follaje de los árboles se puede ver un precioso campanario con ornamentación barroca y las ruinas de una gran casa.
Se cuenta que en 1765 don Manuel Marco de Ibarra, bachiller de filosofía y cánones de la Real y Pontificia Universidad, construyó la finca con capilla, huerta y gran jardín. Este último tenía fama por la riqueza de sus plantas ornamentales y elementos arquitectónicos de elaboradas formas barrocas: bancas, nichos, torres, fuentes, arcos y otras caprichosas estructuras en las que destacaban grandes relieves de conchas marinas y formas vegetales.
Muchos personajes de la historia de México pasaron por el Pensil Mexicano. Se habla de que lo habitó un tiempo el militar, político y virrey Bernardo de Gálvez. Apasionado de la jardinería, lo embelleció con la asesoría de Vicente Cervantes, médico y botánico español que recuperó el jardín botánico que alguna vez tuvo Moctezuma en el que ahora es Palacio Nacional.
Ignacio López Rayón, el insurgente que continuó con la lucha independentista tras la muerte del cura Miguel Hidalgo, lo habitó unos meses tras su salida de prisión. La afamada diva Ángela Peralta, apodada El Ruiseñor Mexicano, estrenó aquí el vals Las Flores del Pensil. Y se dice que Maximiliano lo visitó en su camino a Popotla.
En 1932 el Pensil Mexicano fue declarado monumento histórico, lo que como vemos no lo salvó de la ruina. Al urbanizarse la zona se le dio el nombre de Pensil Mexicano a la colonia en la que se encuentra. Actualmente, sólo conserva 3 mil metros cuadrados de su extensa superficie original.
Aunque no es mucho lo que queda de la maravilla que fue, lo que sobrevive vale la pena rescatarlo. Es un patrimonio importante de la ciudad; parece que un grupo de vecinos que llevan años luchando por ello ya convenció a las actuales autoridades capitalinas que los apoyen.
En 1904, cuando la finca aún estaba en buenas condiciones, en el rumbo se estableció la cantina Chin Chun Chan, en Golfo de Adén y Lago Hurón. Ese mismo año había hecho su debut la zarzuela de ese nombre en el Teatro Principal, con la actuación de la célebre Esperanza Iris. La obra tuvo un éxito arrollador; fue una de las primeras en alcanzar las 2 mil representaciones en el país y salir al extranjero.
La cantina, dentro de su modestia, se distingue por una gran colección de retratos de Marilyn Monroe, muchos desconocidos. Su amable dueño, Mario García Arana, prepara sabrosa botana en la que destaca la arrachera. Hay buenas tortas y los jueves paella.