esafortunadamente, México no ha valorado la importancia de los mexicanos en Estados Unidos. La ausencia de principios y política hacia esta comunidad no es exclusiva del gobierno que encabeza AMLO, pero la coyuntura actual es particularmente grave, por lo que resulta casi insostenible no ayudar y defender a los paisanos, sobre todo a los más vulnerables.
El ejemplo más reciente es la amenaza del gobierno de Trump por deportar a miles de indocumentados que ya contaban con un aviso para abandonar el país. Las redadas anunciadas ponen en riesgo a casi 4 millones de mexicanos indocumentados de los 11 millones que hay. En este escenario, la sociedad civil y los medios de comunicación presionaron para que el gobierno mexicano reaccionara. El canciller Marcelo Ebrard ordenó a los consulados informar a los mexicanos sobre la situación y dar recomendaciones de cómo actuar para evitar ser afectados por estas redadas, y destinó poco más de un millón de dólares para la emergencia, cantidad muy por debajo de lo que demanda la situación.
En la lógica de los funcionarios, si no hay muchos mexicanos en la lista de deportados, la estrategia habría sido exitosa. Incluso si hubiera algunos, el gobierno declarará que México los recibirá con los brazos abiertos.
Nadie hablará del miedo que esta campaña habrá dejado en la comunidad. Miles de mexicanos no saldrán de su casa, ni a ver al médico, dejarán de ir a trabajar o a la escuela por temor a ser detenidos.
El presidente Andrés Manuel López Obrador es totalmente ajeno a este tema, y la cancillería no está manejando bien la situación. Es cuestión de tiempo y de los tuits de Trump para que los medios de comunicación empiecen a cuestionar lo que resulta una contradicción evidente. ¿Por qué ante la amenaza de la imposición de aranceles se estableció un diálogo de alto nivel con el gobierno estadunidense y ante la amenaza de las deportaciones de mexicanos ni siquiera se buscó ese diálogo? ¿Por qué no esperamos a que la amenaza de los aranceles se concretara y ante las redadas se pide calma?
El Presidente mexicano perdió una buena oportunidad de demostrar que le importan más los mexicanos que el comercio. El argumento de que no se quiere entrometer en una decisión soberana estadunidense, bajo el paraguas de la no intervención, ya no aplica, porque cuando esa decisión nos afecta, se convierte en un asunto que le compete a México, como fue en el caso de los aranceles, más allá de si la negociación fue buena o mala. Ese principio no se puede aplicar según convenga en cada situación.
Con todo el trabajo sucio que México le está haciendo a Estados Unidos en el tema migratorio, el Presidente mexicano tiene toda la autoridad moral y la obligación para solicitar, al más alto nivel, que los mexicanos en Estados Unidos reciban un trato digno y especial. Acorde con nuestra colaboración.
Por ejemplo, pedir que se regularice a esos 4 millones de indocumentados y a los dreamers para que puedan vivir legalmente en el único país que conocen, que los mexicanos en Estados Unidos tengan las mismas oportunidades que cualquier otro grupo poblacional para acceder a educación superior, a servicios de salud, a créditos para desarrollar negocios, y que se genere un modelo de gestión de la frontera que fomente la convivencia y no la división. Presidente, usted puede y debe.
Esos mexicanos son la mejor inversión que México puede hacer. No solamente porque mandan 33 mil millones de dólares anuales y esas remesas mantienen a 1.6 millones de hogares en México, y porque contribuyen al turismo de manera decisiva, sino porque serán la primera línea de defensa de los intereses de México ante Estados Unidos. Por si no son suficientes estas razones, hay que recordar al Presidente y a la clase política que estos paisanos podrían representar 10 millones de votos en las elecciones mexicanas.
*Presidente de Mexa Institute
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