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AfD-Alternativa para el desastre
E

l vórtice de informaciones y comentarios que envolvió a la reunión en Biarritz de los líderes políticos del Grupo de los Seis, a quienes complace se les aluda como los dirigentes de las principales democracias industriales del planeta y que, por cierto, giró en buena medida sobre dos gobernantes ausentes –Xi Jingpin y Jair Bolsonaro–, desplazó a páginas interiores las noticias sobre el resultado de las elecciones en dos Länder de la antigua Alemania oriental –Sajonia y Brandemburgo– celebradas poco después de la cumbre, el primero de septiembre. También es cierto que la relevancia de estos comicios demorará un tanto en manifestarse: hasta bien avanzado 2021, cuando, a menos que se decida adelantarlas, corresponderá celebrar en la República Federal de Alemania las elecciones generales que marcarán el fin de la extendida, por tres lustros, y en general apreciada era de Merkel, que sólo encuentra parangón, en la posguerra, con las de Brandt y Kohl.

La característica distintiva del ambiente que rodeó esos comicios regionales fue la expectativa –alimentada por numerosas encuestas– de que ofreciesen al principal partido de extrema derecha, con una plataforma desvergonzadamente antinmigrante y xenófoba, AfD, Alternative für Deutschland que más valdría traducir como Alternativa para el desastre– la oportunidad de alzarse con la pluralidad, si es que no alcanzar la mayoría en ambos parlamentos regionales. Por fortuna, no llegó a tanto, aunque sí logró colocarse como la segunda fuerza política en los dos: un poco por debajo (sólo siete escaños) de la CDU (democracia cristiana) en Sajonia y pisando los talones (apenas dos curules) del SPD (social democracia) en Brandemburgo.

Según cómputos publicados en el Frankfurter Algemaine Zeitung, en ambos Länder los avances de AfD en la votación –que por cierto, fue muy copiosa: cercana a dos tercios de los electores– fueron importantes: casi 18 puntos porcentuales –a costa de Die Linke (la Izquierda), la CDU y el SPD –en Sajonia y 11.3 puntos– extraídos de Die Linke, l os Verdes y el SPD –en Brandemburgo.

Nunca alejados de la hipérbole, los dirigentes del partido declararon, por voz de Björn Höcke, que la elección del primero de septiembre indicaba que AfD tiene ante sí un brillante futuro tanto en Sajonia, Brandemburgo y Turingia [donde la elección regional será a finales de octubre], como en toda la República Federal ( The Guardian, 2/02/19). Otro dirigente proclamó a AfD como la fuerza política que estará presente en todas las futuras configuraciones de gobierno en Alemania.

Por lo pronto y por fortuna son muchos los que quieren desmentirlo: en los dos Länder, los demás partidos contendientes reafirmaron su compromiso de no permitir la participación de AfD en cualquier coalición de gobierno. Se sabe, sin embargo, que no es extraño que estos propósitos se olviden pronto, como muestra el deplorable caso de Vox en España. Se espera que la coalición en Sajonia se integre, como la Gran Coalición Federal, entre la CDU y el SPD, y en Brandemburgo, donde la alianza entre el SPD y Die Linke no retuvo la mayoría, se consiga la incorporación de los Verdes. En ambos casos, AfD quedaría excluida.

La deriva hacia la derecha del electorado alemán ha sido provocada, entre otros factores, por el rechazo a migrantes y refugiados provenientes del Oriente Medio y África. Es similar a la ocurrida en otros países de Europa y dificulta extraordinariamente la búsqueda de enfoques civilizados ante las migraciones transfronterizas y transcontinentales –que están en trance de convertirse en el más inmanejable de los problemas globales en este primer tercio del siglo. Cómo olvidar que fue una actitud de apertura generosa del gobierno de Merkel la que originó o aceleró la reacción furibunda que representa el ascenso de AfD en Alemania y de partidos y gobiernos de orientación semejante en otros países europeos. Los dirigentes políticos de la estatura y visión de Merkel parecen cada vez más escasos, mientras proliferan los Salvini, los Orban, y los Le Pen, entre muchos otros –con epígonos trasatlánticos como el inefable señor Trump.

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Mal comienzo Boris –exclamó un parlamentario conservador al proclamarse la derrota, por 328 a 301, del primer ministro en la primera elección significativa de su gobierno el martes 3. Contribuyeron al resultado 21 MPs conservadores, no intimidados por la amenaza de expulsión del partido y de impedirles ser candidatos en futuras elecciones. Tras perder de este modo el control sobre la agenda de los comunes, Johnson buscará evitar la aprobación de una ley que proscriba un Brexit sin acuerdo y amplíe al 31 de enero el plazo de negociación con la Unión Europea. De no conseguirlo, con apoyo de la oposición laborista y demócrata-liberal, convocará a elecciones generales, el 14 o 15 de octubre, con la esperanza de asegurar con su victoria el Brexit para el 31 de octubre. Confía en que los electores británicos preferirán pagar el elevado costo de un Brexit duro a correr el riesgo de un triunfo laborista que eleve a Jeremy Corbin a primer ministro.