Julio César Martínez fue campeón efímero. Apenas unos minutos. El 31 de agosto, en Greenwich, Inglaterra, derrotó en tres episodios al campeón Charlie Edwards, pero el fallo fue modificado por intervención del CMB. El mexicano era una máquina incansable de golpes, todos contra el monarca que lucía abatido. En el tercer asalto, lo tuvo listo para el nocaut, sin dejar de lanzar puños, el británico empezó a encorvarse hasta claudicar con una rodilla en la lona. Martínez no lo vio o no pudo frenar la inercia del ataque y alcanzó a golpearlo cuando ya estaba el rival vencido.

Lo declararon vencedor, pues lo era, pero el Consejo Mundial de Boxeo, organismo que avala el cinturón mosca en disputa, intervino, pues el último golpe era prohibido y podía ser descalificado. Declararon unos minutos después sin decisión, es decir, sin ganador en el combate, por lo que Martínez tuvo que devolver la faja.

Yo no vi que Edwards había puesto la rodilla en la lona, porque se agachaba mucho, cuenta una semana después Martínez; no fue un golpe mal intencionado, sino producto del calor de la pelea. ¿Para qué iba a darle un golpe prohibido si yo ya había ganado?.

Martínez no entendía lo que ocurría. No comprendía por qué ya no era campeón, si en tres episodios había vencido sin espacio para la duda. Sintió rabia; después frustración.

Tal vez fue un descuido mío, reconoce; pero no para sacar ventaja, pues no lo necesitaba. Ya estaba vencido Edwards. Y como se agachaba bastante para que no le pegara, no lo noté. Ni modo, tendré que ser paciente y esperar la revancha para ir por ese cinto que dejé pendiente y ya era mío.

Edwards le dará la revancha en unos meses.