Morena, entre opciones y definiciones
na de las incógnitas que aún nos tiene preparada la 4T, una de las más apasionantes, es lo que sucederá con Morena. Las opciones son: consolidarse como partido político con las formas institucionales que conocemos o mantenerse como hasta ahora, como una organización de reacción sin mayor estructura, es decir, sin vida propia pero atenta a las emergencias que le plantee el liderazgo mayor, único.
Por lo pronto, las dos opciones que hoy compiten abiertamente por la dirección de ese instituto político plantean hacer de Morena un verdadero partido político que respete y haga respetar sus principios, es decir, el motivo político de su existencia, y eso, cuando menos por ahora, no parece ser lo más conveniente para la Presidencia de la República, que en la lucha por remediar los males del país más que obedecer dogmas filosóficos requiere de acciones pragmáticas.
Bertha Luján –considerada como aliada de Martí Batres–, madre de la secretaria del Trabajo y Previsión Social y esposa del abogado laboral Arturo Alcalde Justiniani –de quien se dice cuenta con una gran influencia en las decisiones en torno a los conflictos laborales del país– tiene un conocimiento amplio de Morena. Ha sido secretaria general y presidenta del Consejo Nacional, y trataría de establecer una identidad definida a Morena, lo que tal vez no estaría en el tono de la Presidencia de la República.
Mario Delgado podría ser el candidato idóneo para la construcción de Morena, pero bajo la férula de Ricardo Monreal –quien más tarde que temprano se convertirá en el enemigo del presidente López Obrador– sus posibilidades de acompañar las políticas que se dicten desde Palacio Nacional parecen muy alejadas. Para muchos Delgado serviría para transmitir el virus del chuchismo del que es portador Monreal, el mismo que mató al PRD.
Por su parte Yeidckol Polevnsky, quien hasta hoy es la jefa de ese partido, ha demostrado, por obediencia o por incapacidad, que Morena puede conservarse al margen de las luchas que requieren definiciones ideológicas, y que sin necesidad de construir estructuras que den solidez al organismo le es posible responder a las necesidades de respaldo que requiere la Presidencia de la República.
Visto así, en frío, lo que más podría convenirle a Morena, o al poder que representa, sería, si fuera posible, mantener a Polevnsky en la cúpula de Morena, cuando menos hasta que el periodo de emergencia que vive el país salga de la fase crítica y se pueda establecer una base ideológica clara que dé rumbo al esfuerzo que día con día se da desde Palacio Nacional. Ya veremos muy pronto para dónde van las definiciones.
De pasadita
La jefa de Gobierno de la Ciudad de México deberá presentarse ante la representación popular que ostenta el Congreso local ya sea para rendir cuentas detalladas de su primer año de gobierno o bien para lanzar un mensaje a la ciudadanía, que aún tiene grandes esperanzas en su gestión.
La Ciudad de México es, sin duda, una de las entidades más difíciles de gobernar, y no sólo por la problemática que encierra, sino porque el conjunto de sus ciudadanos, sus intereses, sus formas de pensar, su cotidianidad, plantean un rompecabezas que no parece tener solución fácil.
Y si a esto se agrega que no todos los funcionarios de su gabinete han podido jalar parejo, el panorama se vuelve aún más complejo. Así, los esfuerzos de la gobernante pueden ser infructuosos si hay incapacidad en quien debe ejecutarlos. Y esto, la calificación de la población que merecen esos funcionarios, no requiere de encuestas, está a la vista.
Claudia Sheinbaum debe gobernar dos ciudades: la que está expuesta al aire libre y la qué pasa por debajo de nuestros pies, que cada vez es más grande y más conflictiva. En su paso por el Congreso todos vamos a agradecer a la jefa de Gobierno la autocrítica. Seguramente eso le hará ganar confianza entre la gente que sabe que Claudia está trabajando.