l canciller Marcelo Ebrard se afanó en resaltar que la estrategia mexicana ha sido exitosa. Que el reprobable giro marca 4T en materia migratoria hubiese coincidido puntualmente con las exigencias del gobierno de Donald Trump habrá de ser entendido como una mera coincidencia: hemos hecho, por nuestra voluntad, lo mismo que nos exigía la potencia vecina; que nadie pretenda obligarnos a realizar lo que nosotros solos podemos emprender un segundo antes de que nos intenten castigar por incumplidos. Dominados, pero muy dignos.

El secretario mexicano de Relaciones Exteriores entregó cuentas a satisfacción del vicepresidente y el secretario de Estado de Estados Unidos. Luego, el momento cumbre: menos de diez minutos de audiencia con Donald Trump en la Casa Blanca a cambio de la entrega de una larga historia diplomática mexicana de apoyo a los migrantes y de ejercicio del verdadero asilo.

La amenaza naranja nos dio palmaditas en la espalda y un boceto de estrellita en la frente. Boceto porque, a fin de cuentas, Washington reiteró que México debe hacer más (una declaración oficial del gobierno estadunidense que resultó fría y distante, a diferencia del enfoque optimista de Ebrard). Y México ya ni siquiera pudo hablar más del apoyo gringo a proyectos de desarrollo económico y social en Centroamérica, aunque el nuevo entretenimiento sustituto se refiere a la pretensión de congelar el tráfico de armas de fuego hacia México. Mmm.

Batalló Irma Eréndira Sandoval Ballesteros para asumir que debe investigar la disparidad entre la declaración patrimonial de Manuel Bartlett Díaz, director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), y las pruebas y evidencias aportadas por la reportera Areli Quintero respecto a una masa de propiedades inmobiliarias del ex secretario de Gobernación (con Miguel de la Madrid como presidente) y ex gobernador de Puebla (con Carlos Salinas de Gortari) que no incluyó en la mencionada declaración patrimonial.

La primera postura de la titular de la Secretaría de la Función Pública trató de guarecerse bajo las tesis de que la riqueza de Bartlett (16 veces más de lo declarado) habría sido adquirida antes de ser funcionario de la actual administración federal y, por otra parte, que no había ninguna denuncia específica contra el afamado responsable de la caída del sistema electoral en 1988. El lunes, luego de un intercambio de tuits con la senadora panista Xóchitl Gálvez, a cuyo final esta anunció que el martes presentaría una denuncia de hechos, la secretaria Sandoval informó que había llegado una denuncia anónima, a partir de la cual comenzaría a actuar.

En el ámbito de la autodenominada Cuarta Transformación hay una repelencia a atender el tema de Bartlett, y su enorme riqueza inmobiliaria no declarada, porque la investigación periodística fue difundida en su programa de radio y en su columna periodística por Carlos Loret de Mola, periodista repudiado por el segmento duro del obradorismo. Por encima de la personalidad de Loret de Mola y de los calificativos que se le desee imponer, la izquierda partidista nucleada en Morena debería impulsar por convicción el esclarecimiento del tema, lo haya publicado quien lo haya publicado. La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero, escribió Antonio Machado en su libro en prosa Juan de Mairena (sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo). Esa verdad es la que hay que investigar y, en su caso, precisar y castigar, ya fuera que mintieran los periodistas involucrados o el funcionario en entredicho.

Y, mientras han reaparecido las movilizaciones y la presión de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación en el proceso legislativo de discutir y aprobar las normas secundarias de la reforma obradorista de la reforma educativa peñista, ¡hasta mañana, con el diputado morenista Charlie Valentino proponiendo desde el congreso de Tabasco modificaciones constitucionales que permitan la relección de AMLO!

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