aso a paso, con elocuencia o desparpajo, con arrojo o precaución, oyendo el alboroto y atento al contenido de la voz crítica, el demócrata, obligadamente, transita por la ruta del voto mayoritario. Las sociedades han superado varias etapas históricas para arribar, organizadamente, a cruzar tal modo de vida. Ya no es la voluntad divina que escoge al soberano ni el peso de las armas lo que acepta la modernidad como sistema decisorio. Es, ese voto en la urna, el preciso instrumento que valida la oferta lanzada y el arribo al poder con sus consecuencias derivadas lo que cuenta. Es, eso sí y en el fondo, el fundamento y fuente de legitimidad para el accionar y el movimiento. En el camino, el demócrata debe sortear obstáculos y consejas que, si de cambiar se trata, intenten detener su marcha. El horizonte que se ha propuesto alcanzar no es caprichoso. Tampoco puede ser fruto de la improvisación o la falta de estudio y comprobación al detalle. Sin duda tal imaginario brota después de un largo peregrinar por innumerables senderos de interrogantes y preguntas. El llegar a pensar, ofrecer o actuar de una forma u otra ha tomado, qué remedio, todo un buen cacho de vida personal.
Aun con tiempos iniciales para este nuevo gobierno y para el partido que lo secundó en su lucha por el poder, los sucesos ocurren de manera acelerada. Muchas veces, también, vienen cargados de trabas poco satisfactorias y hasta de inevitable confusión. La conducción política entonces se torna de extrema complejidad. Pero ello no impide que se mantenga el espíritu democrático que puede aparecer, en ocasiones álgidas, como ruta endeble o dilatada. La claridad de las ideas, la templanza de sus valores y los propósitos del fin a perseguir son distintivos que se busca con ahínco y por diversas rutas. Se sabe, por los rudos toques de la experiencia que, dichos valores y propósitos, viajan acompasados por serias dificultades. Lo bueno es que, al mismo tiempo, muestran sus indiscutibles potencialidades de alentar un progreso más humano.
Las recientes trifulcas habidas en el Congreso son, por demás, ilustrativas de las penurias para asentar el espíritu democrático vigente. Dirimir entre los espinosos asuntos que lidian entre continuidad, renovación y apego a la ley establecida, reveló, a las claras, la firme tesitura democrática, tanto del Presidente como de amplios grupos partidistas de Morena. Escuchar las muchas inquietudes vertidas durante el diferendo fue una exigencia mayoritaria. Obedecer a tal corriente de expresiones, como a otras adicionales en distintas oportunidades, catalizó la naturaleza democrática del cambio de régimen. Se va asentando la firme, indeclinable decisión de López Obrador y, con él, un creciente número de compañeros de viaje. No va solo, que sería hasta dramático, sino que requiere, obligadamente, de apoyo, compañía, consejo y trabajo cotidiano de un partido y sus partidarios.
El momento continental y hasta mundial imponen condicionantes que son dignas de ser exploradas. México, con su abierto presente, se aparece como la avanzada progresista que Latinoamérica requiere y busca. El sonado fracaso neoliberal argentino bien puede destapar, ahí mismo, una oleada de gobiernos con orientaciones novedosas. Posturas nacionales que parecían en franca huida. El caso de Bolivia entonces no quedará aislado y sin el potencial requerido para recoger, en solitario, la oportunidad democrática de centro-izquierda. Las enormes dificultades que los morenos mexicanos van encontrando, teniendo la cercanía del imperio y su preocupante Presidente, tienen que ser remontadas con inteligencia y visión. El argentino Macri fue y es aliado incondicional del orden que Trump trata de imponer por todos lados –Reino Unido e Italia de manera significada pero no únicos–. Su reciente derrota en las urnas incidirá en los ánimos del brasileño Bolsonaro y el ecuatoriano Moreno, limitando el simbolismo de sus desplantes trumpistas. Los aires continentales pueden y deben ser de acentuada calidad democrática que introduzcan los balances que auxilien en alivianar el concentrado presente.