ara México y los mexicanos, la migración contempla por lo menos cuatro procesos. La emigración, es decir, la salida de mexicanos de su territorio; la inmigración, que es la llegada de otros nacionales a su territorio; el tránsito, cuando se usa su territorio para llegar a otro país, y el retorno, que contempla la forma en que los emigrantes mantienen vínculos con su país de origen, incluyendo los recursos que periódica y frecuentemente mandan a sus familiares y amigos, las visitas que hacen a su país y hasta el regreso físico definitivo.
No es fácil tener una visión integral y armónica de los cuatro procesos. Lo que tradicionalmente ha ocurrido es que cada uno era ignorado o atendido desde diferentes dependencias con visiones y estrategias casi siempre contradictorias. Así, por un lado, se trataba a los inmigrantes con estrategias policiacas y violatorias de sus derechos humanos mientras se reclamaba que se diera ese trato a nuestros emigrantes. Por una rara mezcla de factores internos y externos, quizá por primera vez, los cuatro procesos mencionados o al menos la mayoría de ellos estarán bajo un mismo paraguas, el del canciller mexicano.
Internamente, la torpeza con que se manejó el tema al inicio de esta administración detonó que la inmigración se saliera totalmente de control en lo relacionado con números, características y formas de expresión. Alguien le aconsejó al Presidente mexicano, en la embriaguez del aplastante triunfo electoral, que podía anunciar y dar la bienvenida al nuevo paraíso para los inmigrantes en que su triunfo habría convertido al país.
Ofrecieron visas humanitarias, de tránsito y les dieron la bienvenida. La reacción de Estados Unidos (EU) obviamente no se hizo esperar porque era clarísimo para todos, menos para los asesores de AMLO, que los inmigrantes en realidad serían de tránsito hacia EU y entonces toda la relación estaría en peligro por la sencilla razón de que el presidente estadunidense, profundamente antinmigrante (particularmente inmigrantes latinos), pediría que México jugara el papel de contención de esa migración.
La respuesta de AMLO fue también inmediata. Hizo a un lado a la Secretaría de Gobernación y en la práctica, concentró las decisiones de lo migratorio en el canciller Marcelo Ebrard. Él se haría cargo no sólo de la relación con EU, sino también de las decisiones de inmigración a México y que básicamente, hasta ahora, se reducen a contener a los inmigrantes centroamericanos aquí. Recientemente, mediante un decreto, el Presidente formalizó esta situación con la creación de una comisión de atención integral sobre migración que durará todo el sexenio y será presidida por el actual canciller.
¿Representa esto un avance en la gestión del fenómeno migratorio en México? ¿Todo en un mismo paraguas como durante tanto tiempo muchos pedimos? ¿Es la Secretaría de Relaciones Exteriores la secretaría del migrante? ¿Es este el primer paso hacia una gestión integral? La respuesta no es fácil.
Lo primero que debemos reconocer es que el reacomodo no se deriva de una voluntad, programa o estrategia del gobierno mexicano, sino claramente de las presiones de Donald Trump y el oportunismo político del canciller, que primero convence a AMLO de la gravedad de la situación y después de que él la resolverá. Eso no estaría mal si la coyuntura sirviera para articular una verdadera política migratoria, integral y que cuide y atienda los cuatro procesos mencionados. Por ahora no es el caso.
Lo único claro que se deriva de este paraguas
, al menos hasta ahora, es la contención de los flujos migratorios de centroamericanos y la complacencia de Trump. Quizá era necesario primero echar agua al fuego que el estadunidense amenazaba con prender. La pregunta es: ¿qué sigue? ¿Seremos ad infinitum el policía migratorio de EU y sólo eso? ¿O aprovecharemos la integración de las decisiones en esa materia que por presiones, ignorancia o por habilidad política del canciller AMLO puso en sus manos?
Cuando Trump esté aparentemente más tranquilo, lo que esperaríamos es que, en función de los intereses de México (y no de Trump) se desarrolle una agenda migratoria que por lo pronto vea por los 37 millones de mexicanos en EU, es decir, por nuestros emigrantes y su descendencia, que por ley son también mexicanos. No ha ocurrido, pero queda tiempo más que suficiente para hacerlo.
Tengo 30 años analizando la política migratoria mexicana. Mucho tiempo pensé y sostuve que la integración en una sola dependencia de todo lo migratorio
, sólo por eso, ya sería una buena decisión. Ya no estoy tan seguro.
*Presidente de Mexa Institute
Twitter: @mexainstitute