a me convencí de que nada provocará una reacción del gobierno mexicano para defender a la comunidad mexicana en Estados Unidos, simplemente no le importan. Los ataques verbales y más de los que esta comunidad ha sido sujeto, desde hace mucho tiempo debieron provocar por lo menos alguna reacción. Nada ha ocurrido, todo lo contrario, se reitera el que la relación es respetuosa, que somos amigos, que no hay que engancharse ni ceder a provocaciones, etcétera.
Apenas hace unos días, sólo por citar lo más reciente, según un artículo de The New York Times, se supo que en reuniones con los encargados de la seguridad fronteriza, Donald Trump sugirió disparar a los inmigrantes en las piernas y construir una fosa en la frontera con serpientes y cocodrilos para que estos inmigrantes desistieran en su intento de entrar a Estados Unidos. De no ser porque muy probablemente sea cierto, estas expresiones provocarían risa.
El gobierno mexicano por supuesto no ha dicho nada al respecto y no me sorprendería que, toda vez que estas afirmaciones se dieron en la época de la amenaza de aranceles a productos mexicanos, nuestro Presidente o canciller traten de presentar como un éxito de negociación haber evitado que se disparara a los inmigrantes o la muerte de cientos o miles de cocodrilos en la frontera al estar en un hábitat que no es el suyo. En alguna conferencia de prensa matutina podrían presentar las gráficas de cuántos inmigrantes hay con piernas no baleadas o cuántos cocodrilos siguen vivos.
El problema de fondo es que los 37 millones de mexicanos que viven en Estados Unidos –25 millones de ellos nacidos en ese país, hijos de mexicanos– no tienen gobierno, ni bueno ni malo, simplemente ninguno. Nadie los representa y no hay para ellos un marco institucional que atienda sus problemas, ni siquiera que los atiendan mal.
Como ya se fueron y viven en otro país, la misma sociedad mexicana no siente ninguna obligación o interés hacia ellos. Como bien dice uno de los entrevistados en un documental de reciente difusión acerca de la vida de los indocumentados en Estados Unidos –no sólo los mexicanos–, las historias conmueven, provocan que el espectador se compadezca de ellos, pero no lo asume como un problema de la sociedad en la que vive, no lo ve como algo propio y después de ver el documental regresa como si nada a su vida cotidiana.
Existe una contradicción entre las aportaciones y beneficios que ambas sociedades, la mexicana y la estadunidense, reciben de los migrantes y lo que se hace por ellos. Apenas hace unos días el Banco de México reportó sobre las divisas que los mexicanos envían a sus familiares, las cuales subieron 17 por ciento en agosto con respecto a agosto del año pasado. Como siempre, el Presidente mexicano se apresuró a presentar este dato como una muestra de confianza en su gobierno.
En realidad ese incremento lo que refleja es que los paisanos tienen que mandar más dólares a sus hogares porque lo que generan en México no les alcanza para sobrevivir. Estas remesas que en agosto de este año se contabilizaron en casi 10 millones de envíos sostienen de manera directa a por lo menos 1.6 millones de hogares. Esos hogares saben de la migración, la viven todos los días, pero de manera individual, en el seno familiar y no como un tema social, como sí sucede con la inseguridad o el medio ambiente. La inseguridad nos preocupa porque aunque no seamos víctimas, algún día podríamos serlo o alguno de nuestros seres queridos. Con la migración no pensamos igual. ¿Por qué?
Eso es lo que hace falta, que las necesidades de los migrantes se expresen colectivamente, como un tema prioritario de la sociedad mexicana y la sociedad estadunidense. Los datos ahí están y demuestran que esto no es una petición a la que graciosamente un gobernante acceda. Nadie va a llegar a organizarlos, ni sería deseable que eso ocurriera.
Los paisanos deben darse cuenta de que lo que ellos no hagan por sí mismos, nadie lo hará. Además están acostumbrados, lo saben hacer. Así se han desarrollado en Estados Unidos. Nadie les ha regalado nada, todo lo contrario, se han impuesto al olvido de México y a discursos racistas y estereotipados, con su trabajo cotidiano y el compromiso con la comunidad.
Cada analista tiene una interpretación diferente y la realidad es que algo tan intenso, tan tangible, tan positivo como los migrantes mexicanos en Estados Unidos siguen siendo un tema ausente para México y algo negativo para Estados Unidos. A pesar de los cientos de datos que demuestran otra cosa. Sin duda nadie verá por los paisanos. Sólo ellos mismos.
*Presidente de Mexa Institute
Twitter: @mexainstitute