n el verano de 2003, Europa comprobó con miles de muertos la realidad del cambio climático. En Francia ese año sumaron cerca de 15 mil por el calor extremo. Era la mayor temperatura registrada hasta ese momento en dicho país. Y en esa tragedia mucho tuvo que ver la falta de previsión de las autoridades y de las familias para atender a los más expuestos, como son las personas mayores. Originalmente las fuentes oficiales dijeron que los muertos sumaban entre mil 500 y 3 mil. Pero, en aras de la verdad, dieron finalmente la cifra real.
En España ese 2003 también la ola de calor dejó sus víctimas, aunque muchas menos que en Francia. Las temperaturas subieron en algunas ciudades a niveles nunca vistos. Como en Jerez de la Frontera, con 45 grados, y Córdoba, con 46.2. También aumentaron los decesos por las altas temperaturas en Italia, Alemania y Holanda. Los estudios de los especialistas mostraron que la muerte se cebó en las personas con más de 70 años y por causa del golpe de calor
y la deshidratación.
Este año Francia sufrió otra ola de calor. Más intensa que la de 2003 pero con menos víctimas: mil 435. La mitad, personas mayores de 75 años. Ese descenso se debió en buena parte a las múltiples medidas de prevención que las instancias oficiales tomaron a fin de evitar lo peor. Igual las familias. Y eso que en el sur los termómetros marcaron temperaturas de más de 46 grados. Un día de julio, los habitantes y turistas estuvieron en París a 42.6 grados centígrados.
Como las olas de calor de este verano golpearon severamente a los países europeos, abundaron las advertencias sobre los efectos del cambio climático y la escasa preparación que existe para soportar temperaturas extremas. Cabe señalar que la mayoría de las viviendas urbanas no disponen de sistemas modernos de aire acondicionado. En el sector rural la situación es peor. Europa está más preparada para soportar las inclemencias de la estación invernal.
Además, se hizo presente también la sequía, ocasionando severos problemas en el sector agropecuario. Los campesinos fueron los más afectados porque sus cosechas y la ganadería bovina y ovina, por ejemplo, estuvieron a la baja debido a la carencia de lluvias y las altas temperaturas. También en otras partes del mundo la sequía es asunto muy grave. Como en Chile ahora.
Este año en México las lluvias han estado por abajo de la media. Según el Servicio Meteorológico Nacional, es el segundo con menos precipitación pluvial desde la década de los cincuenta del siglo pasado. Hasta en las regiones que se distinguen por la abundancia de lluvias no hubo suficientes. Como Chiapas y los estados que integran la península de Yucatán, el centro y norte del país. Y sin huracanes que traen agua en abundancia, las obras para captarla no se llenan a plena capacidad. Ello da como fruto problemas en el sector agropecuario y en el abasto de líquido para las poblaciones. A todo lo anterior se agrega 2.2 grados más de temperatura. El último lustro los termómetros registran cifras al alta y continuarán así por el cambio climático y la ausencia de las medidas necesarias para paliarlo.
Todos los documentos de los expertos y los organismos internacionales advierten que llevamos décadas con serias variaciones climáticas. Van desde lluvias torrenciales hasta la falta de ellas; de oleadas de calor a frío extremo. México no está exento de sufrirlas. Sin embargo, a escalas nacional, estatal y municipal, las instancias oficiales no cuentan con los programas adecuados a fin de enfrentar los problemas que todo ello ocasiona en la población, las actividades económicas y la biodiversidad. Abundan los estudios de reconocidos especialistas y de centros de investigación en los que se plantean las mejores formas de evitar lo peor. Mas parece que los funcionarios no saben de ellos y siguen como si no ocurriera nada. Algo imperdonable, pues está probado que es mucho más viable y menos costoso en todos sentidos prevenir los desastres que remediarlos.