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Maíz Nueva Ley del maíz Avance para revalorizar el cultivo y a los campesinos que lo siembran Gerardo Suárez Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible La aprobación de la Ley para la protección y fomento del maíz nativo en el Senado de la República, así como la declaratoria del Día Nacional del maíz, son un avance para proteger a esta planta que es producto de miles de años de trabajo de comunidades indígenas y campesinas de nuestro país, frente a los intentos de corporaciones transnacionales de apropiarse de este importante alimento. Aunque la aprobación de la Ley es un buen avance para la prohibición de la siembra comercial de variedades de maíz transgénico en México, porque obliga al Estado a proteger al cultivo y fomentar su siembra y consumo, aún no está ganada la batalla, plantea la senadora de Morena Jesusa Rodríguez. Señala que es inexplicable que desde hace mucho tiempo no existiera una ley de protección del maíz, especialmente en el país que es su centro de origen. Sobre todo “porque desde hace 20 años las grandes corporaciones han intentado apropiarse de esta planta, a través de procedimientos genéticos de una variedad que tiene la capacidad de polinizar a las otras y de convertir a todo el maíz y sus distintas variedades en una única variedad. Esto es lo que han intentado Monsanto y Bayer desde hace muchos años”. Subraya que “existe una Ley de Bioseguridad que en vez de procurar la protección de los cientos de variedades de maíces nativos con las que cuenta México, se fue por otros caminos, no por nada se le denomina la Ley Monsanto, porque está hecha a modo para que las corporaciones puedan seguir en este intento de apropiarse de algo que es de todos los mexicanos”. La legisladora, quien fue promovente de la Ley para la protección y fomento del maíz nativo, junto con la senadora Ana Lilia Rodríguez, señala que “hay dichos de que los transgénicos ya están de salida, y el presidente Andrés Manuel López Obrador nos dice constantemente que está en contra de los transgénicos, pero las empresas llegan con otras tecnologías, como los impulsores genéticos o cultivos con tecnología de CRISP, que son nuevas tecnologías orientadas hacia el mismo rumbo de apropiación de las variedades vegetales por parte de corporaciones transnacionales, y hay que estar muy alerta en esos temas”. Resalta que hay grandes presiones de las corporaciones en el Senado para impedir que las medidas de protección a los maíces nativos avancen. “Incluso al interior del propio gobierno federal hay presiones por impulsar los transgénicos. Estas presiones son de esperarse, porque el propio gobierno está constituido por distintas visiones”. Jesusa Rodríguez detalla que la Ley para la protección y fomento del maíz nativo, es muy importante porque México, que cuenta con tantas variedades y razas de maíces, tiene que tener una ley que los proteja. Sobre todo, si entra en vigor el tratado Comercial de México, Estados Unidos y Canadá (TMEC), que cuenta con una cláusula de la entrada en vigor del convenio de la UPOV 91, que impediría a los sembradores campesinos compartir sus semillas o reutilizarlas. Añade que así al menos el maíz queda protegido de estas tecnologías genéticas, para que quienes lo siembran lo puedan seguir compartiendo. “Suena ridículo, pero así son de ridículas las ambiciones de las corporaciones transnacionales para acaparar este enorme y trascendental mercado de la producción de alimentos”. La senadora explica que la aprobación de esta ley es una “especie de barrera protectora, aunque no es la barrera definitiva” del maíz frente a cultivos transgénicos y otras nuevas tecnologías de impulsores genéticos. Esta ley “obliga al Estado mexicano a defender este cultivo”, subraya. Asegura que “en México se sigue sembrando maíz transgénico de forma ilegal, porque actualmente está prohibida la siembra comercial de variedades transgénicas de esta planta en el territorio nacional, gracias a una demanda colectiva que tiene ya siete años, producto de una resistencia ejemplar de las comunidades y pueblos por la vía legal”. Estas dos iniciativas aprobadas por el Senado, indica Jesusa Rodríguez, “contribuyen a recordarnos a todos que el maíz está en el centro de nuestra cosmovisión, de nuestra cultura, de nuestra alimentación, y muy probablemente del futuro, porque está planta resiste muchos de los estragos del cambio climático”. Explica que los campesinos de temporal siguen sembrando maíz, aunque en términos comerciales no les es rentable, y “lo siguen sembrando por amor al cultivo, porque es mantener su estilo de vida, su cultura y su herencia. No lo van a dejar de hacer, pero ahora el Estado debe apoyar al campesino de temporal e impedir el avance de otro tipo de cultivos que rompe con todas estas actividades centrales de la vida campesina mexicana”. Plantea que el maíz no es una mercancía, es una forma de vida y si ya el Estado tiene la obligación fomentarlo y protegerlo, “se tiene encontrar la manera de que esos campesinos que no pueden vender sus cosechas a un precio justo, porque la competencia es muy desleal con la entrada del tratado de libre comercio y los enormes subsidios que reciben los productores en Estados Unidos para sembrar sus transgénicos, puedan entrar a una competencia de otro orden”. “Las campesinas y campesinos no van a dejar de sembrar su maíz, porque sembrarlo es una forma de estar en la tierra, de vivir, no es solo la búsqueda de ganancias. Estamos en una imposición civilizatoria que empuja todas las actividades hacia la búsqueda de ganancias económicas, pero porqué entonces no han dejado de sembrar, tienen razones mucho más profundas, culturales; y nosotros debemos volver a poner la atención en las campesinas y campesinos que han mantenido una resistencia ejemplar y heroica por mantenerlo vivo”, concluye. •
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