l proceso de financiarización de la economía en el país vecino–en cualquier economía– se inició en los años 80 y se caracteriza por la creciente importancia e influencia de las instituciones y los mercados financieros en el desenvolvimiento de la economía. Múltiples investigadores lo aseguran.
Tomo de manera inmediata estas ideas de Gerald F. Davis, de la Universidad de Michigan, y Suntae Kim, del Boston College. Han estudiado las nuevas características de las grandes corporaciones financieras en Estados Unidos. Otros investigadores –John Bellamy Foster, David Harvey y Michael Roberts– muestran causas y consecuencias de la financiarización en Estados Unidos y en todo el mundo.
Múltiples interrogantes los guían. ¿Por qué la anulación de la función social reproductiva del Estado en favor de la financiarización (neoliberal, la llaman)? ¿Por qué el deterioro o, al menos, el debilitamiento de todas las formas de bienestar social? ¿Por qué –continúan– el impulso a la individualización de la defensa frente al deterioro y la precarización laborales, y también el debilitamiento de los instrumentos tradicionales para enfrentar los riesgos de la vida social? Hay una respuesta aparentemente simple. Ha sido tan grave el deterioro de la rentabilidad de las economías de la posguerra a inicios de los 80, que se impulsa y despliega todo lo que permita frenarlo. Incluso, revertirlo.
¡A parar la sobreacumulación de activos productivos e improductivos que deteriora e inhibe la rentabilidad! ¡A diluir organizaciones y movimientos laborales y sociales reivindicativos! Como consecuencia, los individuos se convierten en presa fácil de las grandes empresas, sin ninguna protección del Estado. Especialmente inmobiliarias, financieras, casas de bolsa, fiduciarias, fondos de inversión, fondos de riesgo, mutuales y bancos.
¿Qué resultó de este impulso de múltiples y diversas acciones defensivas frente al deterioro secular de la rentabilidad general de la economía? Un mayor crecimiento de los activos financieros privatizados, concentrados y centralizados en pocas empresas corporativas, y una participación creciente de los beneficios de estas corporaciones financieras en detrimento de la participación de las ganancias de corporaciones no financieras. Y no sólo se han recargado en las corporaciones no financieras, sino también en el conglomerado de trabajadores asalariados y no asalariados. De ahí la precarización perversa del empleo y de la ocupación, y el deterioro secular de las remuneraciones.
Dos temas más han ocupado la atención de los investigadores. El de las nuevas características de esas corporaciones financieras y de su ámbito de control, incluidas las nuevas estrategias y estructuras corporativas. Y el de los nuevos patrones de desigualdad que la financiarización ha impulsado, y que conducen a nuevas formas individualizadas de resistencia social, a asociaciones con grupos delictivos, a una creciente violencia social y, para sólo citar un ejemplo más que exige mucha reflexión, a la ampliación de procesos migratorios internacionales de trabajadores que huyen de la miseria.
Sí, la financiarización nos ha dejado todo esto. Y, como hemos tratado de documentarlo en este espacio, la economía y la sociedad vecina son muestra ineludible de ello. De veras.