También es importante contar las historias de supervivencia, expresó la autora, que presenta hoy su novela El día que no fue
me permitió reconstruirme después de todos los miedos y todas las luchas, propias y ajenas, expresó Sandra Lorenzano sobre su nuevo texto.Foto Cristina Rodríguez
Jueves 7 de noviembre de 2019, p. 4
En México el horror no se ha cancelado y los escritores tienen la obligación ética de narrarlo, pero también es importante contar las historias de sobrevivencia, asegura Sandra Lorenzano (Buenos Aires, 1960).
A partir de esa idea germina su reciente novela El día que no fue, la cual une fragmentos de relatos que abordan el miedo que produce el desamor, pero también las dictaduras, el exilio y las desapariciones.
En entrevista con La Jornada, la autora considera que en un país “donde seguimos teniendo asesinatos, feminicidios y violencia, donde son terribles la pobreza, la exclusión y la injusticia, la sociedad mexicana pregunta a quienes tenemos el enorme privilegio de escribir: ‘¿ustedes pueden contar esto?’, y nuestra obligación ética es responder: puedo.
Esa responsabilidad la siento quizá más que otros, porque sé lo que le debo a México. La dictadura argentina se terminó el 1º de diciembre de 1983 y elegí quedarme aquí. Le debo a este país lo que soy, aquí hice todo en la universidad pública. Entonces, me parece que hay que hablar desde ahí, lo cual no quiere decir que sólo contemos historias de horror, pero si lo hacemos, debemos narrar también la resistencia.
Es así como en la novela El día que no fue, publicada por Alfaguara, Lorenzano explora miedos propios y ajenos, que al final terminan construyendo una historia en la que el lector encuentra ecos comunes, porque en esas páginas está, por ejemplo, “el miedo que sentimos las mujeres por una ruptura amorosa o porque vamos solas en la calle o porque vamos a migrar. Son miedos que todos compartimos.
“Las mujeres somos este cuerpo tan amenazado en el momento actual y al mismo tiempo tan empoderado. Estamos viviendo también momentos muy interesantes en los que las chavitas de 13 o 14 años están haciendo cosas importantes. Por ellas, y por las que estuvieron antes, tenemos la obligación de contar el cómo sobrevivimos a los miedos en los que parece que vamos a morir, o a los momentos en los que uno cree que no hay vida después del horror.
Tenemos que escribir que no hay miedo que no pueda vencer alguien que viene de una cadena de miedos, frente a los cuales hay mujeres sobrevivientes, porque soy los temores que llevo inscritos en la memoria, en el cuerpo: el miedo de la dictadura argentina, el del exilio. Cuando sientes miedo, se actualizan todos los miedos, al igual que cuando te enamoras y se actualizan todos tus amores, te reconcilias con la vida, con los hombres o mujeres que han estado en tu vida.
La escritora une los fragmentos de relatos de corazones y vidas rotas a la manera de esa práctica japonesa llamada kintsugi, que consiste en reparar fracturas de la cerámica con resina espolvoreada con oro.
“La palabra literaria es lo que une los pedazos rotos, arregla los quiebres sin olvidarlos. No tengo duda de que en la novela di lo mejor que soy; a lo mejor podría ser infinitamente mejor, pero esto es lo que hay. El libro me sirvió mucho, en ese aspecto, sobre todo para reflexionar, y no me refiero a una cuestión de razonamiento. En literatura la razón, las emociones y la afectividad van juntas; entonces, al hablar de reflexión abarco todo aquello.
“La novela me permitió reconstruirme después de todos los miedos y todas las luchas, propias y ajenas. Al final, somos un solo rostro. Al reconstruir los corazones rotos, los fragmentos quedan unidos con polvo de oro, es decir, se reconstruyen la vida, el corazón, el cuerpo, pero siempre queda la huella.
“En este caso fue un proceso en el que no necesité contarme a mí misma para estar ahí. Fui juntando historias de muchas personas que me son queridas y cercanas, las mezclé con las mías y de alguna manera yo estaba en todas. Fue un proceso muy rico que me dejó tibiecito el corazón.
“Lamentablemente, las rupturas, los alejamientos, son experiencias que todos compartimos, estamos hechos de eso, pero también de las personas que nos acompañan y nos apapachan en esos momentos. Por eso, El día que no fue es también la manera de dar gracias a quienes me han cuidado y apapachado a lo largo de los 43 años que llevo en México o de toda mi vida. Es lo único que tengo para dar: palabras, y es increíble que a las personas les guste recibirlas”, concluyó la escritora.
La novela El día que no fue se presenta hoy a las 19 horas en la librería Rosario Castellanos (avenida Tamaulipas 202, colonia Condesa). Participan Gabriela Warketin, Ricardo Raphael y la autora.