s lo que me provoca acercarme al arte popular elaborado por los grandes maestros. Hace 20 años el Banco Nacional de México, hoy Citibanamex, a través de Fomento Cultural Banamex, que dirige desde su creación Cándida Fernández, amante y conocedora como pocos de esas manifestaciones artísticas, promovió la creación del programa Grandes Maestros del Arte Popular Mexicano.
Se dedicaron a recorrer el país para localizar a los artesanos que elaboraban obras de excelencia. Se les apoyó y propició que transmitieran sus técnicas para formar nuevas generaciones que garanticen la permanencia del trabajo de alta calidad. El resultado es una colección con obras de gran fuerza expresiva, materiales y técnicas tradicionales utilizados con perfección.
En el soberbio Palacio de Iturbide, sede de Fomento Cultural Banamex, actualmente se presenta la exposición Grandes Maestros del Arte Popular Mexicano, 20 años. La muestra rinde tributo a los primeros 150 artífices que originalmente conformaron el Programa de Apoyo al Arte Popular, con la creación de obras maestras que han marcado una pauta de excelencia. Ahora se han sumado los nuevos grandes maestros, aquellos que se han incorporado al programa y que han ampliado las especialidades que integran la colección.
Esta notable conjunción nos permite admirar más de 5 mil piezas de arte popular, creadas por más de 800 grandes maestros provenientes de los 32 estados de la República Mexicana. Podemos apreciar la variada producción artesanal de México, la cual se ha transformado según las regiones, los grupos étnicos, los materiales o las técnicas que se manejan en cualquiera de las 347 localidades incorporadas.
Hay trabajos de maestras y maestros artesanos originarios o descendientes de comunidades como la mazahua, otomí, nahua, rarámuri, huichol, mayo, tzotzil, maya, mixteca y zapoteca, entre otras, además de creadores que habitan en zonas rurales y urbanas de todo el territorio que nos lleva a conocer la pluralidad cultural, diversidad geográfica, étnica y lingüística que existe en nuestro país.
A la brillante curaduría y proyecto museográfico de Cándida Fernández se suma, por primera vez, un trabajo colaborativo con artistas, galeristas e interioristas sobresalientes: Patricia Ortiz Monasterio y Jaime Riestra, Rodrigo Rivero Lake, Jorge Marín, Marco Coello y Judith Espinar, quienes montaron cuatro espacios que muestran lo bello e importante de incluir el arte popular en nuestra vida cotidiana y personal. Vemos una recámara, un estudio, una sala y una estancia.
Complemento perfecto de este banquete estético y espiritual es un festín de cocina mexicana. Con la suerte que apareció el sitio idóneo: El Bajío Centro Histórico, en Bolívar 14, acaba de inaugurar su restaurante 19 en la casona donde vivió los últimos años de su vida y falleció el polémico presidente Antonio López de Santa Anna.
La hermosa mansión, que estaba deteriorada, fue objeto de una excelente restauración que llevó a cabo el despacho Sordo Madaleno Arquitectos y Luis Enrique Noriega.
El proceso de remodelación fue complicado porque había que respetar los lineamientos del Instituto Nacional de Antropología e Historia, que afortunadamente protegen la construcción y decoración originales.
El resultado es magnífico, ya que la casona deslumbra con su amplio patio, cubierto por un techo removible –según el clima–, la elegante escalera de mármol, vidrios biselados, herrería, balcones y yesería rococó en uno de los salones. Las artesanías mexicanas están presentes en las originales creaciones del diseñador Noriega.
El menú es el clásico de Carmen Ramírez Degollado, Titita, la encantadora dueña y chef, quien da lugar destacado a platillos de su querida Veracruz: gorditas infladas, empanadas de plátano rellenas de frijol, garnachas veracruzanas, mole de Xico y sus famosas barbacoa y carnitas, manjares con los que nació el negocio en 1972, en Azcapotzalco.