La exposición La célula gráfica se enfoca en el grabado, la otra cara del arte público
, señala en entrevista Emilio Payán, director del museo
Ex dirigente del PCM, en coloquio por los 100 años del partido
Obra que se montará en el teatro Reforma Juan Moisés Calleja
Mujeres fueron convocadas a amamantar frente al Museo de Arte Moderno (MAM) hoy a las 12 horas para protestar, porque el pasado martes una madre que alimentaba a su bebé fue desalojada de este recinto por elementos de seguridad.
Gustav y Fritz Kleinmann, padre e hijo, protagonizan una historia real que permanece en la memoria de los que todavía viven. Ambos padecieron el infierno de los campos de concentración nazis, pero el amor mutuo hizo que volvieran a casa vivos. La Jornada ofrece a sus lectores un fragmento del libro El chico que siguió a su padre hasta Auschwitz, de Jeremy Dronfield © 2019, Planeta. Cortesía otorgada bajo el permiso de Grupo Planeta México.
Los dedos finos de Gustav Kleinmann empujaban el tejido por debajo del prensatelas de la máquina de coser; la aguja traqueteaba, ametrallando la tela con el hilo y trazando una curva larga e impecable. Al lado de la mesa de trabajo estaba el sillón para el que cosía la tela, un esqueleto de madera de haya con tensores de cincho tirantes y relleno de pelo de caballo. Cuando hubo cosido el panel de tela, Gustav lo colocó sobre el brazo del sillón y metió los clavos con el martillo pequeño –simples clavos para el interior, tachuelas con cabeza redondeada de latón para el reborde exterior, muy juntas, como una hilera de cascos de soldado–. Adentro: tac, tac, tac.