Reforma o Revolución, ¿cuál es mejor?
n un excelente artículo, Pedro Salmerón ( La Jornada 3/12/2019), pide a los historiadores comprender las revoluciones y la violencia política y no juzgar o descalificar las ideas y comportamientos de los personajes históricos sin criticar y confrontar las distintas fuentes. Las insurrecciones despiertan odios, tensiones, rencores y conflictos acumulados, descalificar y criminalizar o canonizar ciertas conductas no es la labor del historiador. Las revoluciones tienen que ser examinadas en su contexto histórico pero no hay duda de que desatan instintos feroces. Esto nos hace pensar en las opciones del cambio.
Por lo que toca a la Revolución mexicana, los jefes importantes deben ser juzgados con madurez, independientemente del lado en que hayan combatido. Martín Luis Guzmán recuerda cómo David Berlanga, un alto oficial, de los más valientes y cultos de la Revolución, en una cena privada hizo un comentario en voz alta contra los militares villistas que desprestigiaban la bandera revolucionaria: “…la División del Norte está llena de salteadores, los villistas no saben triunfar sino para el robo.” Bastó que Villa supiera lo que había dicho para que ordenara su fusilamiento. Ni siquiera hubo un interrogatorio o un careo. El narrador recuerda la serenidad imperturbable de Berlanga ante la muerte. Este episodio refleja muy bien lo que significó la Revolución, miles de estos casos fueron frecuentes. ¿Cómo idealizar a Villa?
Creo que valdría la pena hacer otra reflexión, un tanto provocativa. Cierto es que las revoluciones son estallidos sociales generados por la opresión de un tirano y/o de una oligarquía. Pero no todos los revolucionarios están al nivel de las banderas de su movimiento. Las revoluciones no han conducido inevitablemente a la justicia, a la prosperidad o a la democracia, mucho menos a la igualdad. Podríamos preguntarnos qué ha resultado mejor para los pueblos de acuerdo con la experiencia histórica: la evolución progresiva y lenta del reformismo o los estallidos revolucionarios. Creo que sin una sola excepción las revoluciones han terminado mal y el reformismo (siempre que no sea gradualista) ha terminado bien. La revolución es la liebre, el reformismo es la tortuga. La tortuga democrática es más rápida que la liebre revolucionaria.
Colaboró Meredith González A.