Opinión
Ver día anteriorLunes 9 de diciembre de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Lejos de Dios
“P

obre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”, es la multicitada frase del general Porfirio Díaz que viene a cuento cada vez que la agenda nacional depende, en mayor o menor medida, de la agenda, coyuntura o intereses de nuestro poderoso vecino del norte. En los últimos momentos de su larguísimo mandato, Díaz tuvo que lidiar con el arrogante y explosivo presidente William Taft, algo que sin lugar a dudas contribuyó a la frase que se le atribuye.

Más de un siglo después, México depende de la política local estadunidense y de la capacidad de entender y sortear a un presidente como Donald Trump, en una coyuntura particularmente compleja: un proceso de impeachment en curso (Nixon lo evadió renunciando, Clinton lo superó), T-MEC pendiente, elección presidencial 2020 y un estilo de hacer política desde la Casa Blanca con aranceles como ariete.

En ese marco, México ha hecho todo lo humana y políticamente posible para superar el reto, primero, de la potencial cancelación del TLC o Nafta, y después, de la confección y firma del T-MEC o USMCA. Iniciando con una señal responsable entre el mandato agonizante del presidente Peña Nieto y la administración próxima a iniciar del presidente López Obrador, logrando acuerdos con los equipos de transición en forma ordenada y civilizada para no romper y afianzar los puntos finos de una negociación compleja, hasta la reforma laboral, cuarto de junto, proceso ordenado en materia diplomática –con un respeto invariable hacia Trump, incluso cuando el propio mandatario estadunidense hace difícil no contestar ataques–, negociación paralela con Canadá, cabildeo empresarial, etcétera, etcétera. ¿Qué le ha faltado a México?, ¿qué pendiente hay en las tareas para salvar el acuerdo trilateral? La respuesta es: nada. Nada le ha faltado a México en cuanto a voluntad, estrategia y operación política, económica y diplomática.

Y aunque parezca increíble y sólo por apuntar la fragilidad y la indefensión de nuestras circunstancias, esta última semana, paradójicamente hasta un comentario indebido a manera de burla de Justin Trudeau hacia Donald Trump incrementa la tensión en la posibilidad de materializar tan importante acuerdo para América del Norte.

Sin embargo, estamos cruzando, bandera en alto, el campo minado que ha abierto la elección presidencial de Estados Unidos, en medio del fuego cruzado entre los demócratas y la Casa Blanca. El resultado final del impeachment es difícil de adelantar: es el Senado el que puede destituir al Presidente y no la Cámara de Representantes. Hoy por hoy, Trump tiene los votos suficientes en la Cámara alta para no ser removido.

A pesar de ello, lo que está afectando a México es el largo camino de incertidumbre que hemos tenido que recorrer y las condiciones inaceptables que Estados Unidos ha puesto sobre la mesa, en especial la que se refiere a una inspección del cumplimiento del nuevo marco laboral; totalmente asimétrica y fuera de lugar. Sin estar en las carpetas del tratado y sus anexos, la seguridad es otro de los mecanismos de presión de Estados Unidos contra México. La más reciente amenaza de catalogar como terroristas a los cárteles es el mejor de los ejemplos.

En esa ruta, el gobierno mexicano –hay que reconocerlo– ha sido diplomático hasta donde es posible y firme cuando ha sido necesario. Aquí no cabe la lógica de optar por un mal arreglo frente a un buen pleito; un mal arreglo marcaría las próximas tres décadas en materia económica, restaría competitividad al país y quedaríamos en el desamparo, frente a una posición ventajosa de Estados Unidos.

Paradójicamente, en una sociedad polarizada como la mexicana el tema de cómo lidiar con los estadunidenses y sus intereses es uno de los pocos asuntos que unen a tirios y troyanos. Salvo casos minoritarios y excepcionales donde las fobias políticas internas generan indefendibles filias externas, México ha actuado con sentido de Estado, y la sociedad, que se divide en casi todos los asuntos nacionales, se une en éste. El dilema está en que a pesar de lo hecho estamos a merced de la dinámica electoral estadunidense, la fuerza de los sindicatos en ese país y su alianza política con los demócratas; la guerra de éstos contra el presidente vía el impeachment, el estilo personal de gobernar de Trump a través de Twitter y amenazas, y un entorno global volátil en lo social y de pocas luces en lo económico.