No será posible superar la pobreza ni combatir el hambre, la malnutrición y los efectos del cambio climático, si los gobiernos y las sociedades de América Latina y El Caribe no plantean el sector rural como motor del desarrollo económico, social y ambiental.

En tal sentido lo rural debe dejar de ser considerado como un espacio de deficiencias y pobreza y pasar a ser comprendido como un espacio de oportunidades.

Este es el planteamiento de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) para superar dichas problemáticas y los retos que significarán la mayor demanda de alimentos.

No obstante, advierten que en los pasados años las brechas urbano-rurales en cuanto a pobreza y pobreza extrema, escolaridad, protección y seguridad social, sobrealimentación y obesidad, acceso a servicios básicos, salud y empleo, se han incrementado en los países de la región.

Pese a que el sector rural es fundamental para el desarrollo, la pobreza en el campo prevalece y está vinculada, entre otros aspectos a déficits de trabajo decente en la agricultura, es decir adecuadamente remunerado y con respeto a los derechos de los trabajadores.

En el análisis Perspectivas de la agricultura y del desarrollo rural en las Américas, los organismos remarcan que para que la agricultura pueda contribuir a reducir la pobreza y la desigualdad en el campo, es importante no sólo cerrar las brechas de los salarios laborales entre los sectores agrícolas y no agrícolas, sino también extender la cobertura de la seguridad social y otros beneficios laborales a los trabajadores del agro.

A ello se suma que la FAO ha alertado que para 2050 la producción de alimentos deberá incrementarse en 50 por ciento a partir de los niveles de 2012.

El desafío será cómo aumentar la producción de manera sostenible cuando más de un tercio de las tierras agrícolas del mundo está moderado a altamente degradado y quedan pocas áreas para expandir la superficie agrícola.

Según la FAO la agricultura comercial generó en la primera década del milenio casi 70 por ciento de la deforestación en América Latina.