os infortunios de la marcha de víctimas encabezadas por personalidades, también víctimas, se acrecientan por el anuncio presidencial de no recibirlos y por los insultos recibidos por otros ciudadanos. Como si el problema de ser víctimas fuera partidista, como si hubiera una intencionalidad en tener parientes asesinados o desaparecidos o torturados por quienes debían cuidar a todos los habitantes.
La pirámide institucional, de trato vertical por la apabullante mayoría legislativa del partido mayoritario y su cabeza real, debe cuidar de las víctimas de todos los partidos, resulten o no incómodos para la figura presidencial. La mención de que una reunión presidencial signifique un show
resulta en sí mismo ajeno a la obligación nacional de respetar los derechos humanos.
La firma de los tratados internacionales donde se protege a las víctimas (directas o familiares) obliga a su cumplimiento. La ONU, en la asamblea general 40/34 de 29/11/85, en su apartado Acceso a la justicia y trato justo
señala en el párrafo 4: Las víctimas serán tratadas con compasión y respeto por su dignidad.
En un México donde gobierno y población se distancian desde hace siglos, antes por vivir la colonia, ahora por vivir la colonización asumida, se olvida que ese gobierno también es población y que esa población, mediante la votación y el ejercicio de la transparencia, también es gobierno. Una obligación estatal debe ser implementar una educación escolar y extraescolar para que toda la población respete a las víctimas sin importar el momento político. Esto presupone que las propias personas que ocupan puestos de gobierno respetan sus derechos. Menos se comprende esta distancia cuando la razón presidencial para proponer a la actual presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, fue que también había sido víctima.
La presencia inamovible de las víctimas necesariamente incomoda al gobierno: evidencia que las estrategias de seguridad no dan los resultados esperados. Dan rostro a las cifras de miles de muertos del primer año de gobierno. No importa la comparación con otras administraciones. Cada muerto es importante, cada uno debería ser suficiente para que mejore el rumbo en materia de seguridad y, por supuesto, en atención a las víctimas.
Son muchos los temas impostergables de gobierno. Las víctimas son uno de éstos, pero también deben ser atendidos por los otros ciudadanos. Quizá los encaran por el miedo de saber que podrían estar en su lugar en cualquier momento.