Con la asistencia de unas 10 mil personas, ayer se llevó a cabo en la Arena Ciudad de México el concierto gratuito que ofreció la Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM), con dirección artística de Scott Yoo, en el que se interpretó una de las más emblemáticas partituras del compositor alemán Ludwig van Beethoven (1770-1827), la Novena Sinfonía.

Con duración de una hora 10 minutos, la función se efectuó dentro de las actividades conmemorativas del 250 aniversario del natalicio del genio de Bonn.

Declarada Patrimonio de la Humanidad en 2001 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, la Novena y última sinfonía de Beethoven es reconocida históricamente porque fue compuesta cuando el famoso músico estaba sordo.

Ser capaz de crear ese tipo de música sin la posibilidad de oír es algo casi imposible de imaginar, expresó en días pasados el maestro Scott Yoo.

Paradójicamente, ese genial trabajo habla del gran oído interno de Beethoven.

Al concierto asistieron desde familias con hijos pequeños hasta jóvenes y gente mayor, sobre todo mujeres de la tercera edad que llegaban en grupos de amigas.

Tres pantallas sobre la orquesta y cuatro pantallas aéreas más permitieron al público apreciar acercamientos y detalles de la interpretación de los músicos.

De acuerdo con especialistas, esa obra de Beethoven fue la primera composición en su género en integrar un coro. En esta ocasión estuvo formado por la soprano María Katzarava, la mezzosoprano Carla López-Speziale, el tenor Dante Alcalá y el bajo Carsten Wittmoser, quienes estuvieron acompañados por integrantes del Coro Filarmónico Universitario de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Escrita entre 1822 y 1824, durante la última década de vida del autor, otro aspecto por el que es reconocida en el mundo la Sinfonía número 9 en Re menor es porque integra el llamado Himno a la alegría, último movimiento de la partitura inspirado en la obra poética Oda a la alegría, del escritor alemán Friedrich Schiller.