mediados del siglo pasado uno de los templos codiciados para efectuar las bodas más elegantes era La Profesa. Bella construcción barroca que está en la esquina de la avenida Madero e Isabel la Católica. Lo construyeron los jesuitas en 1595 tras un rudo litigio, ya que se oponían los religiosos de Santo Domingo, San Francisco y San Agustín, aduciendo que invadía su jurisdicción. Finalmente la petición fue aprobada por una sentencia que solicitó el rey a los tres consejos: Castilla, Indias y Órdenes.
Este primer templo creció a lo largo de los años para ser reconstruido totalmente en el siglo XVIII, ya que sufrió severos daños con la inundación de 1629 que mantuvo anegada la ciudad cinco años. La nueva edificación en estilo barroco fue obra del extraordinario arquitecto Pedro de Arrieta, quien la concluyó en 1720, y fue modelo para muchas en ese siglo.
Como complemento de la bella arquitectura, años después se decoró con magníficas obras de arte, que comenzó por el altar mayor que realizó Manuel Tolsá en estilo neoclásico. Todavía luce su elegancia con un ciprés formado por columnas cubiertas de escayola verde, ese fino acabado que semeja mármol. Están coronadas por un remate en forma de campana, a la que se ve que Tolsá era muy afecto, ya que la misma forma imprimió a los remates de las torres de catedral. Las esculturas son del talentoso escultor indígena Pedro Patiño Ixtolinque.
Varios incidentes ha vivido el noble templo, entre ellos el acaecido el 25 de junio de 1767, día fatal para la Compañía de Jesús en todos los territorios españoles. En las primeras horas de la mañana se presentó el fiscal de la Real Audiencia y notificó el decreto de su expulsión que, con el mayor sigilo, había comunicado al virrey de México el monarca Carlos III en una carta autógrafa. Como respuesta, los azorados jesuitas entonaron el Te Deum y se pusieron a empacar, ya que tres días más tarde salieron hacia Veracruz escoltados por tropas.
El convento fue ocupado de inmediato por colegiales de San Ildefonso, mientras los felipenses, cuya iglesia y casa estaba en mal estado, llevaban a cabo fervorosa grilla
para que les concedieran la propiedad jesuita; finalmente lo lograron, a cambio de sus propiedades dañadas.
Los nuevos dueños siguieron embelleciendo los antiguos feudos de la Compañía de Jesús, entre otras, contrataron a Miguel Cabrera para pintar grandes cuadros que adornaron el oratorio y otros más pequeños para los corredores, pasadizos y hasta la portería. A Tolsá encargaron la construcción de la casa de ejercicios, que poseía una hermosa capilla, buenas esculturas y valiosos cuadros de la escuela sevillana, que ahora se encuentran en el Museo de San Carlos. A raíz de las leyes de exclaustración, se demolieron el convento y la casa de ejercicios para continuar la avenida Cinco de Mayo.
Se cuenta que la célebre Güera Rodríguez posó para el rostro de la virgen y que ya de vieja le regaló sus joyas. En esa época se acostumbraba adornar las imágenes de vírgenes y santas con las alhajas más finas. No era raro verlas con aderezos de esmeraldas, rubíes, brillantes y perlas.
Aquí se llevaron a cabo aquellas famosas juntas que prepararon el Plan de Iguala, que dio a Agustín de Iturbide el mando supremo en la Guerra de Independencia y después la corona.
Antes de la visita pasamos a Bolívar 18, local A, a conocer la nueva sucursal de la panadería artesanal Da Silva, que incluye un acogedor cafetín. Desayunamos fruta y huevos benedictinos; el remate: buen café con uno de sus famosos croissants que no piden nada a los franceses.
Hace 18 años Eduardo da Silva comenzó en un diminuto lugar donde se le veía preparar desde la madrugada una variedad de pan artesanal con levadura fresca y masa madre. Muy creativo el chef ha creado novedosas ricuras, tanto el pan dulce como el salado son excepcionales, eso sí, no son económicos. Es un lujito, pero de vez en cuando vale la pena el gusto.