Hoy, insólito cartel del Estoque de Oro // Dignidad del pintor Jano Solleiro
n el subdesarrollo, la falta de información confiable se convierte en rumores cargados de suposiciones, prejuicios e hipótesis más o menos alejadas de la realidad. La comunicación se vuelve ciencia o algo tan complicado como saber pavimentar calles, avenidas y carreteras con materiales durables, en lugar de negocitos chapopoteros de corruptas administraciones incorregibles.
¿A qué santo se encomendaron los miembros de la Asociación Nacional de Matadores para que por fin el cartel del Estoque de Oro recuperara la categoría o el atractivo que tuvo en otra época? De nuevo las habladurías, cuentos y especies a falta de datos duros: que si el gerente de la Plaza México, que si el asesor uno o el dos, que si el socio B o C, que si mostraron mínimo de decoro los que año con año se vuelven a llevar el oro, y otras interpretaciones.
Aunque la versión de más peso es la que atribuye al mismísimo don Alberto Bailleres, patrón de patrones del negocio taurino en México, haber hecho una sugerencia directa a sus importados favoritos, Ponce, Ferrera y Morante, para que contribuyeran, con algo más que ventajosos contratos, apoteosis emergentes y orejitas pueblerinas, a que la siempre hospitalaria Asociación de Matadores se allegue fondos para el servicio médico de sus socios heridos, que si bien no son muchos, últimamente han sido de tratamientos prolongados y costosos.
Factores económicos inciden, pues, en la calidad del espectáculo y en una menor apuesta por la bravura, habida cuenta de que la empresa sólo cubre las primeras 24 horas de atención a un torero herido, y el resto de su convalecencia corre a cargo de la Asociación hasta que es dado de alta. Y bueno, la bravura tuvo vigencia en otros tiempos; hoy, la repetitividad dócil o pasadura ocupa su lugar y todos contentos o casi.
Quienes tuvimos la fortuna de presenciar el primer festejo del Estoque de Oro en una abarrotada Plaza México, la noche del 8 de abril de 1967, supimos lo que entonces era la rivalidad en serio entre los toreros. Ante un bravo encierro de Mariano Ramírez, Raúl Contreras Finito, con Lobito, y Manolo Martínez, con Catrín, llenaron de celo torero y de compromiso ético y estético el magno escenario. Ganador del áureo trofeo, fue también el inicio del diestro regiomontano al privilegiado sitio que ocupó, para bien y para mal de la fiesta.
Con toros de distintas ganaderías, hoy parten plaza los citados Ponce, Ferrera y Morante, junto con José Mauricio, Joselito Adame y su hermano Luis David.
Jano Solleiro, pintor de dinastía, que se dice hoy, ha tenido el valor civil, como artista plástico y como aficionado pensante que se respete, de ironizar en un óleo el ventajista toreo de Enrique Ponce, su particular concepto de ajustarse con los toros y de ceñirse en la ejecución de las suertes. Desde aquí nuestra enhorabuena por su exitosa trayectoria internacional y por su taurinismo lúcido, incapaz de dar coba, como tantos, a la tauromaquia de una figura española que en 30 años ha exhibido un sereno desprecio por el toro de lidia mexicano y por el alelado público.
En Candela Grill, uno de los restoranes del matador chihuahuense Alejandro Tarín, en la esquina de Holbein y Augusto Rodin, se presenta los días de corrida, a las 20 horas, el espléndido cuadro flamenco de Adriana Kúsulas, visita obligada para reforzar las emociones de la tarde con bailaoras, cantaores y guitarristas magníficos, aderezado todo con deliciosa comida y abundante bebida. ¡Salud!