Sociedad y Justicia
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Deterioro sigiloso, pero constante

Instan a actualizar planes de estudio, planta académica y sedes del IPN

Ex directivos, profesores y alumnos documentan el diagnóstico

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▲ En las instalaciones del IPN se tiene pendiente ejecutar programas de mantenimiento y equipamiento, de acuerdo con el más reciente informe de Mario Alberto Rodríguez Casas, director general del instituto.Foto José Carlo González
 
Periódico La Jornada
Lunes 10 de febrero de 2020, p. 30

Con una planta docente insuficiente y envejecida; planes y programas de estudio desactualizados, laboratorios y equipamiento con obsolescencia tecnológica; sobrecupo en grupos y carreras; deficiente conectividad y una paulatina de-saparición de la vida académica, el Instituto Politécnico Nacional (IPN) muestra un deterioro sigiloso, pero constante de sus condiciones como institución pública de educación superior y tecnológica en el país.

Ex directivos de unidades académicas, incluso funcionarios de la administración central, reconocen en privado este diagnóstico y añaden el de la opacidad o poca transparencia en el uso de los recursos manejados por el instituto, lo que agrava todavía más este difícil escenario que levanta inconformidad entre la comunidad politécnica, alumnos y profesores.

Las opiniones y afirmaciones, siempre acompañadas por datos estadísticos, algunos incluso por la Auditoría Superior de la Federación (ASF), señalan, por ejemplo, que la edad promedio de la planta docente ronda 62 años, desde hace más de dos décadas se mantiene sin crecimiento en número de profesores, estimado en 17 mil 500; hay un déficit de académicos, y 40 por ciento están contratados por asignatura, medio tiempo o tres cuartos de tiempo, siendo responsables de un mayoritario porcentaje de clases frente a grupo, con el consecuente deterioro de la calidad y vida académica que debe prevalecer en una institución educativa como el IPN.

A esta lista de carencias y deficiencias se suma el estatus de los programas de estudio, muchos de ellos ligados de manera directa al tema tecnológico, pero que no se han actualizado desde hace más de 15 años, convirtiéndolos en planes obsoletos, y la chatarrización de los equipos de talleres y laboratorios; además de la falta de mantenimiento a la añeja infraestructura educativa donde no pocos edificios superan medio siglo de vida en una institución que el pasado primero de enero cumplió 84 años.

El mismo director general del IPN, Mario Alberto Rodríguez Casas, ha reconocido que los temas de mantenimiento de instalaciones y equipamiento son tareas pendientes y prioritarias. En 2018 se destinaron a estos rubros 518 millones de pesos, según su más reciente informe de actividades.

En entrevista, ex directivos y funcionarios de diferentes unidades académicas de las áreas de ingeniería y ciencias físico-matemáticas; de médico-biológicas, y de sociales y administrativas; así como profesores y alumnos, reconocen la complicada situación, que data de varias administraciones.

Coinciden en que el instituto, por su concepción misma, origen e identidad y también por sus recursos humanos extraordinarios y de elevada capacidad, puede respaldar los grandes proyectos de este gobierno y colaborar en la solución de los grandes problemas nacionales. Pero necesita atención, aluden.

Para los ex directivos y funcionarios, el tema de la planta docente y el otorgamiento de las plazas es un problema complejo permanente. No existe un programa de retiro voluntario. En nuestro subsistema no ha sido incluido en este tipo de programas por cuestiones económicas. Yo soy de los jóvenes, y tengo 34 años de antigüedad, refiere uno de los profesores entrevistados.

“Hay una buena cantidad de compañeros que rebasan los 70 (años). Literal, se han muerto en los pasillos, así ha sido en la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura Zacatenco, en la voca 4, y en otras escuelas; se nos mueren en la raya, otros en los hospitales. Y no se van porque sus condiciones de ingresos (económicos) se verían mermadas al momento de jubilarse”, añade.

En tanto su base académica se ve sujeta a un proceso viciado, tercia uno de los ex funcionarios presentes en la misma conversación, pues –explica– son profesores de tiempo completo que en muchos casos llegan a ganar 60 o 70 mil pesos, con la ventaja de la carga máxima para ellos es de 12 horas frente a grupo, y lo que sucede es que se fragmentan esas horas y se distribuyen en profesores que prácticamente están de eventuales, que no tienen base. Es decir, dan sus clases y se van, sin hacer vida académica.

Otro de los ex directivos señala que la célula básica de una escuela es precisamente esta vida académica, pues es la figura donde los profesores organizados pueden garantizar que el plan y los contenidos estén vigentes y se busquen las mejores prácticas para la enseñanza.

Sostiene que esto “ha ido desapareciendo en el IPN porque desde ahí surgen los problemas. Se puede tener un buen programa, un buen diseño curricular, pero si no hay una retroalimentación de la vida cotidiana de la práctica docente, se convierte en cotos de poder.

Esta es la forma en que se controla a los profesores en el Poli, desde las instancias administrativas. No hay un equilibrio entre la plantilla de profesores de tiempo completo, de medio tiempo, tres cuartos.

Incluso, cita, hay recomendaciones de organismos internacionales dedicados a regular el número de personas que debe haber a partir de un plan de estudios determinado, pero eso ha ido desapareciendo en el IPN, principalmente por las prestaciones económicas, y con ello el deterioro de la calidad educativa, que como en otros rubros, es sigiloso, pero constante.