Lunes 10 de febrero de 2020, p. 32
Lima. Después de pasar varios meses en cuidados intensivos, hace cuatro años por una enfermedad incurable y debilitante, Ana Estrada decidió que en el futuro llegaría el momento en el que preferiría morir antes que seguir empeorando.
La mujer, de 43 años, sufre desde la adolescencia polimiositis, enfermedad autoinmune que ataca los músculos y no tiene cura. Vive en su cama y la mayor parte del tiempo respira a través de un ventilador que apaga su voz hasta convertirla en susurro. Pese a sus intenciones, de que alguien la ayude a morir, esto sería un delito en Perú, un país profundamente católico.
El suicidio asistido y el acto de poner fin a la vida de un paciente con una enfermedad terminal, llamado homicidio piadoso
en el código penal, son crímenes castigados con cárcel.
Ahora, Estrada está demandando al Estado peruano con la esperanza de que un juez la ayude a tener “una muerte digna.
Consideré algunas otras posibilidades de hacerlo clandestinamente
, dijo Ana a Reuters el viernes desde su cama, donde la ayudaba una enfermera. Pero en todas había riesgo (...) porque yo no puedo abrir la puerta y recibir a alguien que me ayude a morir. No puedo pedirle a algún familiar que cometa un delito.
En Perú, donde el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo son ilegales, Estrada y sus abogados ven esta batalla como un primer paso para legalizar la eutanasia. Esta pelea por la muerte, relata la mujer, le ha dado nuevas energías.
La eutanasia no es permitida en muchos países y la Iglesia Católica se opone con vehemencia a su práctica. En Latinoamérica, Colombia permite este procedimiento bajo ciertas condiciones.
Abogados de la Defensoría del Pueblo en Perú han asumido el caso y argumentan que no darle la opción de morir es inconstitucional y viola su derecho a una vida digna. Una corte constitucional va a examinar el caso.
Nosotros construimos nuestra historia de vida con nuestras decisiones y no es posible que en el epílogo de la existencia, en un contexto como este, no podamos tener la capacidad de tomar esa decisión de morir
, dijo Walter Gutiérrez, defensor público, en una conferencia de prensa el viernes.
El caso de Estrada logró notoriedad gracias a un blog que ella escribió narrando su vida con la enfermedad. Los textos los escribía lentamente y mientras sus músculos perdían fuerza.
La condición de Ana empeora día a día, la mayor parte del tiempo no puede hablar. Su enfermedad la obligó a dejar de lado su carrera de sicóloga. ¿Por qué la muerte digna? Porque quiero evitar el sufrimiento
, relató Estrada. Quiero evitar el dolor, pero sobre todo esto se trata de la vida, de la libertad. Yo en este momento no me siento libre, yo no tengo la libertad de elegir sobre mi propio cuerpo
.